Columna Veneno Puro de Rafael Loret de Mola

*¿Líderes Mexicanos? *Complacencia Feliz *El Único “Cacique”

Es una pandemia universal: no hay líderes que sean capaces de aglutinar a sus pueblos y servirlos guiándolos por el camino que los comunes trazan a sus mandatarios. La ausencia notoria de estadistas, visionarios y hombres de bien –cada vez más escasos en un mundo globalizado y cortado de acuerdo a las medidas occidentales-, se siente cada vez con mayor fuerza ante los desvaríos, corruptelas, intereses corporativos y, sobre todo, una profunda inclinación por la corrupción. Para justificarse, algunos hombres públicos aducen que ahora, por contar con información más a la mano se saben cuestiones que antes ignorábamos y por eso es mayor la exhibición de los inmorales. ¡Falacias! Son corruptos y punto.

En México, como he venido señalando, la democracia está empantanada entre el lodo del sectarismo y la podredumbre moral de la demagogia, cada vez más utilizada para intentar justificar hasta la pérdida del patrimonio nacional y, por consiguiente, del futuro. Peor aún: con la reforma energética estamos al pie del abismo, sin defensa real para defender nuestra soberanía como avizoró el general Lázaro Cárdenas en 1938. Fueron setenta y cinco años durante los cuales los ingresos petroleros mantuvieron a flote la nave de la República a pesar de un sindicato indigno y una profunda ambición de la clase gobernante para obtener las migajas de las riquezas del subsuelo. Así, por ejemplo, el célebre profesor Carlos Hank González, fallecido en agosto de 2001, logró reunir un emporio de “pipas” para la distribución del petróleo -más de cinco mil según el recuento final-, hasta convertirse en el empresario-político más exitoso del continente. ¿Sólo eso? Bueno, hubo mucho más.

Pero, el hecho es que todas estas desviaciones monumentales se dieron a partir de un hecho incontrovertible: los liderazgos naturales, tras la caída del porfiriato, se extinguieron cuando se alzaron en caudillajes y después fueron aplastados por el “maximato”. De la tiranía a la dictadura… de partido, ideada por Plutarco Elías Calles a costa de asesinar a quienes habían ganado derechos en los campos de batalla, entre ellos Francisco Madero González, Venustiano Carranza Garza, Emiliano Zapata, Francisco Villa, el general Francisco Serrano Barbeytia, el general Arnulfo R. Gómez y, finalmente, Álvaro Obregón Salido. A cambio de ello, Calles se salvó de ser baleado y sólo salió al exilio del que loe “perdonaron” pocos años después.

Con Cárdenas terminó la lucha entre caudillos, sí, pero surgió una figura aún más tormentosa: la del presidencialismo. Si bien, al finiquitar el “maximato” con la expulsión de Calles del país –y con él se fueron sus principales colaboradores-, logró consolidar su mandato, lo cierto es que este hecho marca el inicio de una Presidencia fuerte, extralegal en muchos casos, con tendencia hacia la autocracia, que fue creciendo al paso de los sexenios hasta convertirse en yugo asfixiante en el que se ven retratadas todas las hipocresías nacionales y los usos convenencieros de una política gris, sin liderazgos naturales y sin otra misión que la de convertir la carrera por el poder en privilegio de cómplices. Aquí, en este punto, estamos atorados.

Sostengo que las excesivas funciones presidenciales, las más producto de las lacayunerías de cuantos le rodean y son incapaces de expresarle alguna contrariedad al mandatario en turno, ha sido el factor principal por el cual se han inhibido a quienes podrían surgir como líderes naturales y son obligados a cernirse a las órdenes discrecionales de las dirigencias partidistas que, por supuesto, se refugian en sus posiciones para evitar pasar el aire, salvo en contadas excepciones y gracias a padrinos muy fuertes, esto es de los iconos partidistas, a cambio de someter a quienes desean construir sus propios escenarios libres de componendas y de consorcios políticos. De hecho, fíjense bien, quienes encabezan a los institutos políticos se han hecho viejos sin remedio y sin haber formado a nuevas generaciones con capacidad para continuar las tareas, retirándose ellos “a tiempo”.

En el PRD, por ejemplo, la figura emblemática de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien cumplirá ochenta años en mayo venidero, ha debido salir a la palestra ante la ausencia de congruencia y de unidad de quienes aspiran a ser presidentes nacionales del partido, marcado alguno por la ambición personal –Marcelo Ebrard Casaubón- y algún otro acaso con la idea, casi una utopía, de volver a los orígenes de una izquierda deshilachada por componendas, alianzas turbias y una marcada disputa por el poder, anteponiendo ésta a los principios rectores de la vieja guardia liberal. ¿Y dónde están los jóvenes? Salvo alguna excepción, dentro del acarreo o perdidos en las multitudes convocadas por distintas fuerzas y motivos diferentes, entre la defensa de los bienes del subsuelo y el arraigado mesianismo del icono principal, ahora convaleciente.

Precisamente por ello fue tan mal visto el intento de exaltar a Andrés Manuel López Beltrán, segundo de los hijos de López Obrador -el primero se llama José Ramón, como el hermano del dirigente, a quien privó la vida éste en forma imprudencial en apariencia en sus años juveniles, una historia oscura, negra más bien, a la cual nunca hace referencia y sólo ha mencionado lo increíble: que se trató de un suicidio cuando los hechos simples explican otra cosa-, por encima de los representantes más acuciosos y firmes de MORENA, la opción en fase fundacional, quienes, como es lógico, no pudieron sino incomodarse.

En el PRI y el PAN casi todos los dirigentes han sido marcados por su disciplina ante cada politburó con pretensiones de negociar con los mandos superiores o convertirlos en rehenes suyos. Por ejemplo, en el otrora partido invencible es claro que la fuerza de los coordinadores camarales, Manlio Fabio Beltrones y emilio gamboa –minúsculas-, compite con quienes figuran como responsables de la política interior del gobierno peñista, el hidalguense Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, y su subsecretario Luis Enrique Miranda Nava, uno de los favoritos y más cercanos colaboradores de Peña Nieto. No hay liderazgos salvo el de los apoyos soterrados marcados por las grandes complicidades incluso non santas.

Y en el PAN no dejan de añorar a su ideólogo remiso, el fallecido Carlos Castillo Peraza –cuya muerte en Bonn, en 2000, levantó hondas suspicacias sobre su vida personal y política-, y se ciñen a personajes amorfos cuya conducción es zigzagueante y, en no pocos casos, poco seria. El timón panista, en manos de Gustavo Madero Muñoz, ha recalado en varios arrecifes que dieron al traste con las antiguas ideologías y convirtieron a este partido en una olla de grillos todavía más honda que la priísta. Sólo el caso del diputado Ricardo Anaya Cortés, nacido en 1979 y presidente de la mesa directiva de la Cámara baja, se salva de la polución inevitable por el paso de los años. Pero es una excepción entre veteranos ya muy quemados y siempre dispuestos a meter las manos en pro de sus intereses particulares… como calderón, el ex mandatario.

No hay líderes naturales, sencillamente porque la sombra del presidencialismo y los dirigentes que se sienten dueños de sus respectivos partidos, lo impiden. Y de esta manera, la renovación de cuadros y rostros se vuelve imposible para desgracia de los mexicanos. Y qué no nos consuelen con el sambenito acerca de que el mal se extiende por el mundo. A nosotros toca resolver nuestros conflictos y éste es uno de los principales.

Debate

Durante muchos años, desde la década de los sesenta de la centuria anterior, la oposición fue tan complaciente que bien sabía de sus límites antes de lanzarse al ruedo de la crítica. Con Adolfo López Mateos surgieron los “diputados de partido” para adornar al Congreso de un pluralismo pintoresco, con inútiles exabruptos en la tribuna que provocaban siempre la jocosidad de la dominada mayoría. Los líderes tenían disfraces folklóricos sin plataformas que los impulsaran y no surgían de la representatividad popular sino de los intereses partidistas. En el mismo punto estamos.

Resulta terrible que la complacencia tienda no a asegurar la gobernabilidad del país sino al chantaje soterrado como una especie de lugar común entre legisladores y miembros de los poderes Ejecutivo y Judicial. ¿Hace cuánto tiempo que los mexicanos no nos sentimos identificados con los resolutivos de las Cámaras y las iniciativas presidenciales?¿Acaso estuvimos de acuerdo con la tenaz persecución de jueves y magistrados contra el documental “Presunto Culpable” que los exhibió?¿Y la cerrazón ante la crítica que nos obligó a publicar “Despeñadero” con los recursos del autor, escasos, y mediante una Fundación cuya creación fue azarosa y difícil porque las editoriales gigantes, las más con capital español, hicieron lo posible por boicotearla con el beneplácito oficial?

Los liderazgos no se crean un día, como tampoco se erigió Roma para seguir con el refranero, pero se destruyen en un instante como la capital de Italia que se quemó en una noche. Sin embargo, ¡cuánto los necesitamos! No a quien se centró en una popularidad pasajera alentada por las cadenas de televisión; sino a un vanguardista, siquiera uno, capaz de ser visionario y contemplar el destino nacional con la firmeza de Juárez y la resistencia, por ejemplo, de Nelson Mandela quien ganó la inmortalidad pasando un tercio de su longeva vida en prisión.

La Anécdota

Una tarde, el hidalguense Manuel Sánchez Vite, entonces gobernador de su estado, llegó a Los Pinos para una audiencia con el presidente echeverría quien buscaba lacerarlo para que entrara al redil:

–Me han dicho, don Manuel –expresó el mandatario-, que usted actúa como cacique en su estado…

Ni lo pensó el aludido al responder:

–Pero, señor presidente, usted sabe bien que el único cacique que hay en México…¡vive en Los Pinos!

Quizá ésta sea una de nuestras mayores desgracias: aglutinar todos los cacicazgos en uno.

– – – – – – – – – – – – – – – – – –

WEB: www.rafael-loretdemola.mx

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com

BUSQUEMOS A LOS LÍDERES NATURALES Y NO DEJEMOS QUE LOS ARRUINEN, COMO A LÓPEZ OBRADOR, CON EL EGOCENTRISMO PROPIO DE QUIENES SIEMPRE NEGOCIAN MIGAJAS DE PODER. NI LA SOBERBIA NI LA PARCIALIDAD. MÉXICO, COMO ALGUNA VEZ COMENTAMOS AL MISMO ANDRÉS MANUEL, SOMOS TODOS, LIBERALES Y CONSERVADORES; PRIÍSTAS, PANISTAS Y PERREDISTAS; TAMBIÉN QUIENES DESCONFÍAN, CON RAZÓN, DE CADA PARTIDO; HÉROES Y ANTIHÉROES. TODOS. Y POR ELLO ES NECESARIO CONSTRUIR UN MODELO DISTINTO, AJENO AL PRESIDENCIALISMO AUTORITARIO, EN DONDE LA PLURALIDAD VALGA Y LAS VOCES SE ESCUCHEN.

Deja un comentario