Desafío

En la víspera del 15 de septiembre de 2001, es decir unos días después del trágico ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York –en donde radicaba entonces mi hija mayor-, y el supuesto avionazo, jamás corroborado, sobre el Pentágono en Washington, el embajador de Estados Unidos en México recibió una insólita sugerencia por parte del entonces Canciller mexicano, Jorge Castañeda Gutman –en pleno romance por esos días con la informadora Adela Micha cuya ropa destruyó la esposa del personaje, Miriam Morales Sanhueza, cuando la tintorería la envió al domicilio conyugal por error-:

–Señor embajador –dijo Castañeda a Jeffrey Davidow, en funciones de jefe de la representación diplomática estadounidense-, el presidente Fox le quiere sugerir que, con motivo de los actos terroristas, incluya en el Grito tradicional de Dolores, a las víctimas del suceso.
–¿Qué quiere decirme? –respondió el sorprendido diplomático-. ¿Vitorear a los que murieron en las Torres? No creo que el pueblo mexicano esté preparado para ello.
Por fortuna, el asunto quedó en este punto ante la gravedad de los sucesos que debía atender el gobierno de Washington en su conjunto. Pero no dejó de ser una anécdota que el ex embajador ha seguido contando con sarcasmo y la ironía quien acostumbra a llamarnos el “puerco espín” frente al oso molesto por las picaduras. Así lo dice en su obra autobiográfica en la que se da el lujo incluso de inventarse una leyenda prehispánica con jactancia y un alto grado de fariseísmo.
Hoy, lo sabemos muchos mexicanos, los estadounidenses celebran el día de su independencia honrándose a sí mismos por haber hollado al mundo “desde las tierras de Moctezuma” tal y como resuena el himno de los marines norteamericanos. Es decir, la única independencia válida es la suya a diferencia del escaso respeto a las soberanías ajenas, mediante invasiones con argumentos ridículos –por negarse un destacamento de patriotas a rendir honores al lábaro estadounidense, nos invadieron Veracruz con una prepotencia inaudita, imperdonable, tanto que la figura del general Santa Anna, deplorable por muchos motivos, enaltece el orgullo cuando se visita El Álamo en San Antonio aunque debe apuntarse que tal batalla no fue una invasión sino la defensa de un territorio entonces mexicano-, sin la menor moral política ni histórica. Igual que los franceses quienes, sin pudor, recogen como una victoria la última batalla en Puebla labrada la “epopeya” amoral en uno de los muros del célebre Arco del Triunfo.
Pero hoy es día de festín y pirotecnia por cada rincón de los Estados Unidos en donde la prepotencia de quienes se sienten superiores –uno por diez, es la proporción de vidas que se toman los uniformados ante los extranjeros-, porque manejan la economía del mundo a sus anchas y se han constituido en el país militarmente más poderoso de todos los tiempos; y, sin embargo, sus candados de seguridad han sido penosamente abiertos con tremenda facilidad por terroristas y narcotraficantes. ¿Acaso esto no indica que es allí, en Washington o Nueva York, dónde radican las cúpulas de las grandes mafias multinacionales? Esto es, los “padrinos” de nuestro tiempo que han superado a la ficción del viejo celuloide.
Mientras celebran, el Capitolio parece listo a autorizar la construcción de setecientas millas –más de mil doscientos kilómetros-, a lo largo de la frontera entre México y los Estados Unidos; ellos mismos quienes, en voz de John F. Kennedy –uno de sus biógrafos recientes insiste en que tenía admiración por Adolfo Hitler así como Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, no ocultaba simpatías por la organización de los Soviets en la Rusia de Lenin y Stalin, como grandes paradojas de dos personajes que pasaron a la crónica contemporánea en condición de “demócratas” con el fascismo en las mentes-, censuraron el Muro de Berlín, destruido a golpes de pico y pala en 1989, porque separaba dos culturas y dos ideologías extendiendo con ello la furia de la Segunda Guerra; y lo dijo, precisamente, al pie de la Puerta de Brandeburgo, en Berlín, unos meses antes de ser tiroteado y muerto en Dallas, en noviembre de 1963.
Bien dice el presidente Peña Nieto que un muro jamás une, siempre divide. La barda de la frontera, además, es una desdeñosa visión d la pobreza: por un lado, se siembran obstáculos para hacer casi imposible la llegada de los “ilegales” a la nación que se autodesigna protectora de la libertad de todo el mundo –de allí su pretendida “autoridad” para hacer las tareas de policía universal con el aborrecimiento general-, y por el otro, se posibilita que los ricos agricultores estadounidenses, sobre todo en el sur de la poderosa nación, se beneficien con la mano de obra clandestina, pagada a la mitad de cuanto se cubre a los estadounidenses en una franca y amoral, otra vez, discriminación racista –ahora se señala más a los morenos que a las familias de color más oscuro acaso mientras dura Obama en la Casa Blanca como contraste a los señalamientos de xenofobia-, que no debiera tener sitio en nuestro tiempo. Y, sin embargo, crece.
Por todo esto, aunque nos alegramos que un pueblo celebre su libertad, no nos toca festejar a nosotros. Imagínense: los españoles se quejan por la vecindad con Francia sin imaginar siquiera lo que es tener, al otro lado del Bravo, a la insolencia de los estadounidenses capaces de todo tipo de tropelías como la que ya reparan: no sólo “rastrear” bajo las vestimentas, de mujeres y hombres, con un radar especial sino incluso… revisar los genitales de los pasajeros –obviamente escogerán a quienes les convenga para sus fines prosaicos y no de seguridad-, alegando la mínima sospecha. ¿Y con ello, habrá quienes quieran correr el riesgo para dejar, además, sus dólares en un país que nos humilla, sobaja y explota al punto de quererse apropiar ahora, sin invasiones como la de Medio Oriente pero sometiendo a la clase política a una presión altísima, de nuestro oro negro?
Debate
Por supuesto alrededor del muro de la ignominia –o de la miseria… moral-, habrá dos tipos de perspectivas. Del lado norteamericano, sin duda, el festejo con mil colores iluminando los cielos y disparos con armas de fuego considerando que hay dos almacenes de éstos por cada dos kilómetros a lo largo de 3 mil 185 kilómetros de frontera común; y en suelo mexicano, las fogatas distractoras para los agentes de la aduana en un día distendido y jovial… con tal de cruzar las mojoneras y los vados y ponerse a salvo por el desierto. Es el día que más aumentan los cruces en plena borrachera de los del otro lado pero también el de más alto riesgo porque no pocos empuñan un arma con una mano y una cerveza –el vino es paladares finos- en la otra.
¿Está listo nuestro gobierno para proteger a quienes, desesperados, otean hacia los Estados Unidos en busca de oportunidades que se les niegan en su país? Esto es como si trabajar, sólo trabajar, fuera un delito de lesa humanidad y cuando son ellos, los estadounidenses, quienes lo proveen aun con sueldos bajísimos. ¿O se limitarán nuestras autoridades, el primero de ellas el panista José Antonio Meade, canciller por ahora, a las clásicas notas de protesta post-mortem?
Seguramente, ocurrirá lo segundo ante la impotencia de la mayor parte de los mexicanos, una vez más afrentados por la inercia de la soberbia y el miedo gubernamental, el peor de todos los temores.
La Anécdota
Todavía, estoy seguro, los habrá. Cuando, de joven, visité y recorrí el oriente norteamericano hasta las cataratas del Niágara –en donde, por cierto, me robaron mis últimos cien dólares, una fortuna para mí-, no faltaron jóvenes compañeros de una High School –a donde acudí tres días por indicaciones de la familia con la que estaba hospedado-, quienes me dijeron, sin recato alguno:
–Me gustaría conocer México, pero no puedo.
–¿Y eso por qué? Es un país muy bonito con mucha naturaleza y calor humano.
–Es que… no sé montar a caballo.
Me quedé sin habla. Luego traté de explicar cuál era la realidad a los muy instruidos adolescentes que presumen de ser los conquistadores del mundo.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
LAS RELACIONES BILATERALES CON LOS ESTADOS UNIDOS DEBEN CAMBIAR. HAY UN PUNTO MEDULAR QUE NUNCA SE HA RESPETADO, ARGUYENDO LOS DAÑOS QUE CAUSARÍA A LA INDUSTRIA DEL TURISMO –¿POR CIERTO EXISTE SECRETARIA DEL RAMO O ES UNA HEREDERA DE UN CLAN SACRIFICADO?-: LA RECIPROCIDAD. SI NOS PASAN POR LOS RAYOS EQUIS EN SUS ADUANAS, QUE TAMBIÉN LAS GÜERAS SUFRAN EL OPROBIO AL LLEGAR A MÉXICO… AUNQUE YO JAMÁS PERMITIRÍA QUE A MI PAREJA LE FALTARAN ASÍ AL RESPETO. ME GUARDARÍA CUANTO DISPUSIERA Y VOLARÍA A CUALQUIER OTRO SITIO; TAMPOCO A CANADÁ MIENTRAS EXISTA LA VISA DE OMINOSO ORIGEN.

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