Desafío

*Un Genocida en Casa
*Los Ojos de un Chino
*Disposición de Matar
Por Rafael Loret de Mola

 

Había pasado el 10 de junio de 1971 y los medios de comunicación ya habían divulgado, con amplitud –esto es con el visto bueno superior-, que un grupo de “paramilitares”, apodado “Los Halcones” era el responsable de las despiadadas palizas y, peor aún, de haber “rematado” a algunas de sus víctimas en los hospitales, todos ellos, o los más, jóvenes universitarios quienes llevaban el numen de la rebeldía heredada por el genocidio de Tlatelolco en octubre de 1968, menos de tres años atrás. La opinión pública vivía un tiempo de convulsión entre los informes oficiales mentirosos y la realidad que se observaba a simple vista. Aquello no podía quedarse así y las protestas subían de color, poniendo en peligro la seguridad, sobre todo, de la ciudad de México y los alrededores de los centros de poder.
Tiempo después, Alfonso Martínez Domínguez, quien fungía entonces como regente de la ciudad de México por herencia de Díaz Ordaz, contó y escuché una versión espeluznante:
–“Los Halcones” se formaron por una instrucción del presidente Luis Echeverría; él nos citó a varios de sus colaboradores aquel 10 de junio, conmigo estaba el secretario de Gobernación Mario Moya Palencia, para que le viéramos actuar dando órdenes disparatadas y sin admitir ningún consejo de parte de quienes estábamos allí. Le sudaban las manos, la frente; a nosotros nos tenía con el corazón paralizado.
Las escenas fueron terribles. Incluso, por allí circuló una fotografía de Ernesto Zedillo, entonces alumno del Politécnico Nacional –aunque él alega que su alma máter es la Universidad de Yale-, cubriendo a su novia, Nilda Patricia Velasco, de los macanazos de un verdadero pelotón de “granaderos”. Y así a casi todos los jóvenes que protestaban por las inadmisibles imposiciones gubernamentales. Tengo para mí, y lo he compartido con varios colegas, que ambos sucesos juntos, la matanza de la Plaza de las Tres Culturas y los hechos del Jueves de Corpus, no sólo rompieron las alas de los jóvenes de aquella generación, muchos de los cuales jamás volvieron a volar con sus sueños, sino también a varias de las que siguieron, incluso hasta hoy, como si se condenara a una nación entera. Yo estaba allí; yo lo vi.
También escuché a Martínez Domínguez, quien luego sería gobernador de Nuevo León –gracias a un consejo de uno de sus amigos más cercanos cuya memoria infamó y abandonó a su suerte cuando fue asesinado-, explicar lo siguiente:
–Dos días después, Echeverría me citó. Sin preámbulos me dijo: “Alfonso, por el bien del país y de las instituciones, debo pedirte tu renuncia; es necesario tu sacrificio para lograr la estabilidad de la nación. Yo sabré compensarte.
De acuerdo al relato del neoleonés, éste le respondió así al presidente:
–¿Puedo dirigirme a mi amigo Luis, y no al presidente de la República?
–Claro, Alfonso. Soy tu amigo, nada más.
–¿No tienes ya la banda presidencial para hablarte como compañero y correligionario?
–Nada. Háblame con toda confianza, lo que quieras, mi querido Alfonso.
–Bien: pues a mi amigo Luis le digo nada más que puede irse mucho a ¡chin…. a su madre!
El mandatario se quedó como una piedra y Martínez Domínguez cerró detrás de él la puerta del despacho presidencial con fuerza. Los ayudantes, inquietos, entraron pronto al lugar mientras el otro personaje de esta croniquilla se marchaba para no volver sino seis años después a solicitarle a José López Portillo, sucesor de Echeverría:
–Nadie como yo sería más leal a usted, señor presidente, sin me saca de ostracismo que me está asfixiando. Yo fui víctima de Echeverría y quiero vindicarme: ¡hágame gobernador de Nuevo León!
Y así sucedió. En un confuso intercambio de lealtades, Martínez ordenó erigir una estatua ecuestre de López Portillo en el principal bulevar de Monterrey, su feudo hasta que acaeció su muerte en noviembre de 2002; ya no está allí, claro, pero nadie se ha atrevido a destruirla temeroso de formar parte de la historia negra del país. Para infortunio general, sólo uno de los protagonistas, el principal, vive, en su guardia de San Jerónimo y con un amparo en la bolsa, luego de que la Suprema Corte de Justicia negó que hubiese elementos suficientes para acusarlo como genocida –como ya sucedió en Guatemala en el caso de Efraín Ríos Montt-, y le levantó el arraigo domiciliario, digamos el castigo más severo impuesto a un ex mandatario mexicano después de la muerte del presidente electo Álvaro Obregón y del magnicidio de Lomas Taurinas contra un candidato quien estaba destinado a llegar a Palacio Nacional. ¿Castigos? Lo fueron no sólo contra quienes los recibieron sino contra la historia misma, contra todos, por la victoria de la impunidad en cada caso, sin definiciones ni coerciones, ni autorías intelectuales ni materiales. Como si nada hubiese pasado.
Todo esto me viene a la cabeza con la efeméride de hoy que retrata, per se, al singular sistema político mexicano y sus principales figuras, todas ellas radiografiadas, alguna vez, por Monseñor Girolamo Prigione Pozzi, el gran político del Vaticano que logró en una década no sólo dotar de personalidad jurídica a las iglesias, a todas ellas, sino además la reanudación d relaciones diplomáticas entre México y el más pequeño, si bien influyente, estado del mundo:
–A los mayores antagonistas mexicanos les basta con sentarse a la mesa… y a los postres ¡ya son amigos!
Quizá por esta razón, mi amigo Carlos Olmos, quien me presentó a Ricardo Canavatti Tafich, luego de que Manlio Fabio Beltrones le acusó de estar involucrado en los sucesos relacionados con el asesinato de Colosio de quien los dos se dijeron amigos, antes de que el primero accediera a la alcaldía de Monterrey, me confió hace apenas un año:
–Si vieras ahora: Manlio y Ricardo ya son muy buenos amigos. Toda la controversia quedó atrás.
¿Habrá olvidado Manlio, quien tiene una estupenda memoria, que fue él quien señaló a Canavatti como el personaje de quien más dudaba Carlos Salinas en torno al magnicidio de Luis Donaldo? No lo creo, porque es hombre que atesora cuanto pasa, pero sobre todo actúa de manera institucional y calcula muy bien cada una de sus jugadas. ¿Y lo demás? Desde el 2 de octubre de 1968, pasando por el 10 de junio de 1971, las elecciones fraudulentas de 1988 y 2006 y los crímenes contra el Cardenal Juan Jesús Poasada Ocampo, en mayo de 1993, Luis Donaldo Colosio, en marzo de 1994, y Francisco Ruiz Massieu en septiembre del mismo año?¿Basta con colocar a Claudia, la hija de la última de las víctimas citadas para cerrar la puerta sin dejar pasar ni el aire, aunque no tenga tamaños para ejercer el cargo ni siquiera voluntad política destinada a llevar su responsabilidad a buen puerto?¿Así se valora el interés de México?
Todo esto recordé con motivo de la efeméride, no sin subrayar los asesinatos contra periodistas –no sólo los de Carlos Loret de Mola Mediz y Manuel Buendía, sino cientos más incluyendo a los “desaparecidos” atribuidos a las mafias o “abducidos” como pretendieron quienes, en el Distrito Federal, fueron sorprendidos porque once jóvenes se esfumaron en la nada? La justicia en México debiera velar también por el derecho universal, esto es incluyendo a otros planetas y otras tecnologías desconocidas. Por desgracia, ni siquiera somos capaces de poner al día las leyes a los incesantes cambios de nuestra cultura. Por ejemplo, ¿no va siendo hora de legislar, de una vez por todas, sobre el “derecho cibernético” para evitar las constantes intromisiones y amenazas groseras desde el anonimato? Porque la tal policía encargada de este tema no hace sino el ridículo.
De allí, la gran tragedia de México: el retraso con el que llegamos a las respuestas en pleno alud de falsedades y medias mentiras que lo son completas. No hay variantes de sexenio a sexenio. Nada.
Debate
La visita del presidente chino Xi Jinpig, segundo que visita México en funciones, no sólo respondió a la cortesía del presidente Enrique Peña Nieto a Beijing hace poco más de un mes –en abril-, sino que tuvo como elemento principal la urgencia de borrar “viejas afrentas”, cometidas durante el periodo de felipe calderón –minúsculas-, sobre todo por cuanto a la recepción del Dalai Lama, un líder espiritual que concentra el espíritu del Tibet tomada por la gran potencia asiática con su consiguiente expulsión. Los actos de fuerza no extinguen jamás las ideas ni la fuerza del espíritu.
Pese a lo anterior, China le pasó factura a México y dejó de comprar cerdos de nuestro país, entre otras cosas, destinados a fabricar jamones ibéricos de calidad similar a los de origen lo que plantea por qué no se nos ha ocurrido hacer lo propio. Y, la verdad, pese a mis críticas al señor calderón –siempre severas-, es de reconocer que hizo bien en no acceder a las presiones chinas para discriminar al líder espiritual, pese a los costos y las amenazas. De igual manera, dadas las circunstancias, Peña hace bien en tratar de limar asperezas con el gigante asiático considerando que una alianza con éste puede resultar excepcionalmente fructífera. ¡Y que cruce el presidente los dedos para que el Dalai no programe un nuevo periplo por México!
No se olvide que, de acuerdo a las expectativas de la CIA para esta centuria, ya analizadas en este espacio, China será la gran antagonista de los Estados Unidos en breve tiempo y nada mejor, en este sentido, que llegar muy cerca de la gran potencia por el sur, esto es por nuestro país, que obviamente requiere la tecnología sofisticada para crear infraestructura de alto nivel. Lo otro, los vientos bélicos, deben analizarse más despacito y con mayor cuidado.
La Anécdota
Un viejo líder del sureste, ya extinto, solía repetirme una fórmula para gobernar:
–Quien llega al poder, debe tener disposición para matar. Muchas veces de ello depende el destino de una sociedad. Si se hace a un lado a uno pueden estarse salvando las vidas de miles, o de millones.
La cuestión a resolver es quien debe o puede juzgar a los que son esos “peligros”. Para el PAN, por ejemplo, lo era López Obrador en 2006; y así podríamos citar a otros. Cuidado.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
LA MEMORIA HISTÓRICA ES ESENCIAL PARA DETERMINAR EL RUMBO DE LAS NACIONES. POR ESO, CLARO, LA AMNESIA COLECTIVA ES EL ARMA MEJOR PARA DOMINAR A LOS MEXICANOS Y MANIPULARLOS. Y DE ALLÍ, EL TEMOR A LA CRÍTICA ES UNA HERRAMIENTA, A VECES TERRIBLE, QUE “JUSTIFICA” LA REPRESIÓN POR PARTE DE LOS AUTÓCRATAS DE CUALQUIER NACIONALIDAD.

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