Desafío: Crispación Innecesaria

*Crispación Innecesaria
*Presidente con más Edad
Por Rafael Loret de Mola
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El primero de julio pasado la respuesta popular fue más allá de lo esperado; sabíamos que la victoria de MORENA se daría pero no que arrasaría, como lo hizo, en todo el país incluyendo en Guanajuato en donde la plataforma panista hizo de las suyas para “rescatar” la entidad de la marea morenista. El temor que se tiene, entre los perdedores, es cuánto durará el fenómeno lópezobradorista para volver a participar en una contienda con piso parejo, algo de lo que fueron incapaces los regímenes del PRI y el PAN… hasta que la unidad social los derrotó por nocaut.

Andrés, como ya hemos dicho, será el mandatario con mayor edad en iniciar el ejercicio de su administración y, además, contando con un aval popular indiscutible, fuerte y hasta radical a diferencia de cuanto ocurrió con fox quien sí levantó el entusiasmo pero éste se diluyó como un cerillo con escaso fósforo. El presidente electo, en cambio, goza del blindaje de un gran número de simpatizantes dispuestos a considerarlo más allá de lo razonable y lo humano, esto es como casi una deidad terrenal llamada a sacudirnos de la ingente corrupción y de la ignominia de la dependencia, tareas que se antojan poco menos que imposibles; pero la esperanza está depositada en él.

Pese a ello, algunos de cuantos lo apoyaron –y no digamos cuantos le acompañaron en sus campañas presidenciales de 2006 y 2012-, se plantean si Andrés no habrá llegado al techo del apoyo general y comenzado a deslizarse hacia la baja en estos cuatro y medio meses de transición y a una quincena de iniciar, según dicen sus admiradores, la cuarta transformación del país. Este columnista manifiesta su apoyo a un cambio de régimen integral que nos permita dejar atrás el ominoso pasado del sistema plegado al presidencialismo, primero, y a la partidocracia después.

Con todo lo anterior, es difícil de entender por qué Andrés dejó de seguir la ruta de la tersura y comenzó a dispersarse, antes de tiempo, al guerrear con los ambiciosos del grupo Atlacomulco –el foco rojo- y del peñismo-salinismo en general. Con ello dio armas a sus opositores para que se desgañiten protestando, fuera y dentro del recinto legislativo, sea so pretexto de mantener la construcción alevosa del aeropuerto metropolitano en Texcoco y por la presencia inminente del venezolano Nicolás Maduro atrapado entre dos fuegos: el hambre y la avaricia de USA por controlar su petróleo. Lo primero es consecuencia de su mal quehacer; lo segundo, resultado de la inestabilidad provocada por las agencias de inteligencia norteamericanas.

No había necesidad, además, de una presencia que, sin duda, deteriorará la comunicación con el norte del continente y, en específico, con Trump, el más antimexicano de cuantos han sido mandatarios estadounidenses, quien se había mostrado cortés y hasta limitadamente entusiasta con el triunfo de Andrés, acaso porque el repudio hacia peña llega muy dentro de la Casa Blanca, la de Washington no la del fraude escandaloso de HIGA.

De vez en cuando, a veces con frecuencia, los impulsos viscerales le ganan al buen juicio de Andrés. Recuerde el presidente electo es que una cosa es ser candidato con lenguaje altisonante y otra desempeñar la jefatura del Estado con la ecuanimidad necesaria para no perder equilibrios y sensatez.

La Anécdota

Cuentan los adultos mayores que durante la campaña de Adolfo Ruiz Cortines, el austero, no faltaban epítetos, siempre en voz baja como se acostumbraba entonces, en el sentido de que era demasiado cargo para el elevado cargo por el cual se postulaba:
–Ya no puede, ¿podrá?
–El viejo es mañoso. Verás que sí puede –dicho, claro, con doble sentido, y refiriéndose a las féminas que le tomaban por los brazos para iniciar la apoteosis en cada mitin oficialista-.
Enterado de cuanto de él se decía, el hombre de sesenta y dos años, reviró furioso:
–Bueno, ¿para qué me quieren? ¿Para presidente o para semental?
Andrés tendrá 65 o 69 años cuando llegue a la “Primera Magistratura” –saldremos de dudas muy pronto-, y tal edad superará la del célebre “viejo”. Sin corbata de moño, por supuesto, pero arrastrando el fantasma de las cardiopatías que tan bien cuida su médico particular. ¡Tú puedes, Andrés!
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