Desafío: Lidiar al Congreso

Desde 1997, cuando el PRI de zedillo perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, el debate se centra en si el antiguo “mayoriteo” que aplastaba cualquier controversia con la oposición es funcional desde el punto de vista de la gobernabilidad o si, en cambio, tener un Legislativo como contrapeso a los excesos del poder es signo de la salud democrática y, por ende, debe servir para detener el muy antiguo autoritarismo presidencial.
No olvidemos que fue el general Lázaro Cárdenas del Río, cuyo mandato se dio entre 1934 y 1940, quien acabó, definitivamente, con los caudillismos golpistas aunque el inicio de la tarea correspondió a Plutarco Elías Calles, fundador del PNR –el abuelo del moribundo PRI-, para luego ser enviado al exilo para poner fin, desde Palacio Nacional y por órdenes directas de Cárdenas, a su llamado “maximato”. Liquidado éste, con Calles fuera del país, nació el presidencialismo sin poder alguno que superara al del mandatario en turno, ni siquiera el del Congreso que, de acuerdo a la Constitución, es el órgano representativo de la soberanía popular por cuanto tiene facultades para someter al jefe del Ejecutivo a juicio de procedencia –para arrebatarle el fuero- y hasta deponerlo; a cambio de ello, el mandatario NO tiene funciones para proceder a la desaparición del Congreso que debiera ser el poder fundamental.
Desde luego, el fin del “mayoriteo”, por cuanto el imperio de las consignas partidistas, no sirvió para consolidar la democracia en el 2000 cuando el señor fox se hizo cargo del Ejecutivo y acabó solicitando –sin éxito- quitarle “el freno” al cambio asegurando que ello era, la oposición mayoritaria en las Cámaras, lo que restaba cualquier iniciativa suya hasta asfixiarlo; el pobre vicente, en su egocentrismo mayúsculo, señor de botas y hebillas, desperdició la mitad de su mandato quejándose de su impotencia y en las manos de las “muchas faldas” de Marta Sahagún… tal y como se pretendió recrear en la Puebla aristocrática de los Moreno Valle.
El futuro presidente de México, Andrés, tendrá una mayoría casi excesiva en las Cámaras. 307 diputados y 69 senadores –que podrían mermar si se suprimen los registros del lastre del PES y del PANAL-, una cuota no alcanzada desde la reforma de 1991 que condujo al país hacia el tercer milenio con predicciones fatales para el entonces partido oficial; y si éste, el PRI, regresó al poder presidencial en 2012 ello se debió, en buena medida a dos factores: el pésimo desempeño de los mandatarios de la derecha, fox y calderón, y el uso mediático a favor de un priista sin raigambre –salvo sus escarceos con el hijo de zedillo en Tecamachalco-, y con un gobierno irregular en el Estado de México como única tarjeta de presentación.
Cabe ahora esperar, por el bien de México como reza el señor López Obrador –tendré que aprender a hablarle de usted por respeto a su jerarquía-, que el nuevo Congreso NO sea lacayuno porque con ello se convertiría en cuanto más aborrecen los mexicanos: la abyecta complicidad de la clase política demasiado manchada por los cuatro costados.
De buena parte de ello depende que el futuro presidente conserve credibilidad y la esperanza de millones de mexicanos.
La Anécdota
En medio de la discusión por los resultados electorales, imbatibles diría, un priista evitó darle la mano a quien explicaba las razones de la victoria de Andrés y le tomó del brazo a manera de despedida:
–¿Y esto? –inquirió el ofendido-.
–Es que acabas de ir a orinar y no sé si te lavaste las manos.
Al día siguiente volvieron a reunirse y, de nuevo, debió separarse unos minutos quien defendía la victoria de Morena. Cuando regresó llevaba las manos mojadas:
–Para que no tengas dudas de que sí me lavé las manos.
Al final de su larga conversación, el priista le extendió la mano y se despidió:
–Ahora sí te saludo porque comprobé que sí te lavaste las manos.
–Pues, fíjate: no era agua.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
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