Desafío: Versiones Tardías

*Versiones Tardías
*La Familia Agobia
Por Rafael Loret de Mola
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Coincidí con Roberto Madrazo Pintado, hijo del célebre tabasqueño que modernizó a Tabasco, Don Carlos Madrazo Becerra, en el Centro Universitario México. Allí pude medirlo por la forma en que, manipulado y traicionando, vendió al grupo que, junto con otros compañeros había formado yo, para exigir una representación de los alumnos dentro del consejo de la preparatoria. Era 1968, claro.
Madrazo, haciendo mancuerna con Mario Palma Rojo –su incondicional y esbirro entonces-, socavó a quienes luchábamos por tener voz en una escuela de hermanos maristas con mentalidad bastante cerrada –lo que no es óbice para recordar a algunos con enorme respeto y cariño-, y se colocó al frente de otro grupúsculo, sometido a la dirección del plantel, para tirar y frenar a nuestra propuesta vigorosa que marchaba, por cierto, al ritmo de los tiempos. Ganó así las palmadas de los mentores y el repudio de los estudiantes en unos días de fragua, protesta y violencia por las calles de la ciudad de México y las capitales de casi todas las entidades del país. Así le conocí y, desde entonces, supe que nadie podía confiar en él.
No es extraño que Madrazo Pintada haya esperado doce años para fustigar a díaz ordaz –a quien sirvió su progenitor-, y a echeverría, a quien se le señala por la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco pero poco se habla de la del Jueves de Corpus de 1971 cuando los “halcones”, financiados por él, golpearon, reprimieron, ejecutaron y remataron a los heridos juveniles en los hospitales. No quisieron dejar ni una célula digna y rebelde para que, bajo el liderazgo de la sangre nueva, erigiera un país distinto a que nos heredaron los graduados de Oxford y Harvard, niños bien con pretensiones de grandeza y un profundo desprecio por los mexicanos a quienes han visto, desde siempre, como sus sirvientes.
Ahora, Madrazo levanta su apagada voz para ahondar en sus cicatrices: siempre consideró a díaz ordaz, el responsable del terrible avionazo que causó la muerte de sus madres sobre el Cerro del Obispo en Monterrey. Pero, además, declara que, aunque no fue asunto suyo, en las actas de escrutinio que reunió en 2006, como candidato presidencial del PRI, siempre se mantuvo arriba Andrés Manuel López Obrador. Pero no dijo nada, prefirió el silencio y causar escándalos en algunos maratones en el exterior donde acortó caminos para ser eliminado. Siempre tramposo y bocón.
Lo mismo hizo Alfonso Durazo Montaño, designado para ocupar la Secretaría de Seguridad Pública en la nueva administración lópezobradorista –no propuesto porque Andrés jamás rectificó pese al clamor general en algunos casos-, quien tardó diez años en dar su acotada versión sobre el magnicidio de Lomas Taurinas, en donde cayeron Luis Donaldo Colosio y el proyecto que defendía para sanear lo podrido de los regímenes de miguel de la madrid y carlos salinas. Y ahora, después de ser secretario de Colosio y otro tanto con vicente fox en Los Pinos, se perfila para el gabinete de Andrés. ¡Chuza!.
Las hipótesis tardías suelen estar contaminadas por cobardía o por intereses del momento, muchas veces ajenos a los sucesos que describen. Por eso, señor presidente electo, es necesario, como prioridad, una revisión seria de la historia para acabar con mitos, leyendas y refugios de reaccionarios.
La Anécdota
Alguna vez, paseando por el río Grijalva al que le da la espalda Villahermosa –es la única ciudad en el mundo que no le da la cara a su cauce exuberante acaso porque pervive el dolor por tantas inundaciones-, comenté el drama que vivía fox durante su mandato:
–Un hombre impotente, por causa de una lesión de juventud, observa a su coqueta esposa, arreglada y pizpireta, pasar junto a él sin que pueda ejercer sus funciones viriles, ¿con cuál ánimo puede salir a trabajar?
–No quiero ni pensarlo –reviró el director de Tabasco Hoy, Miguel Cantón-.
Pero sucedió. Y tal es un factor del que dependen las emociones y las pasiones de cada día. Sucedió con peña quien se perdió en sus apetencias personales mientras guerreaba sin cesar con “La Gaviota”, sueño de muchos mexicanos –sobre todo los mecánicos con carteles de ella semidesnuda-, acaso para equilibrar las secuelas de sus tratamientos de excelencia en el Hospital Militar, aunque su expediente esté más escondido que los verdaderos testimonios, los de fondo, sobre los sucesos del 2 de octubre de 1968.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
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