El TPP de Asia Pacífico, disonancias y oblicuidades

Hanoi (PL) De un tropiezo tras otro, al presidente estadounidense Barak Obama el apagón presupuestario en el Congreso le puso por carambola obstáculo a una bien preparada gira por el Sudeste Asiático, considerada de suma importancia estratégica para la potencia que encabeza formalmente.

Se trataba de dar con su presencia en varios países de la región un consistente paso dentro de una política bautizada como «pivotar hacia Asia», un rumbo que ha ganado creciente prioridad en Washington y que abarca aristas diplomáticas, militares y económicas con vista al futuro.

El concebido periplo se enmarcaba en la celebración de la cumbre 21 del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC) en la isla Bali, de Indonesia, que reúne periódicamente a 21 naciones para dialogar sobre la situación económica global, el mercado regional y el comercio y las inversiones entre sí.

A la APEC concurren economías tan disímiles como Australia, Canadá, Chile, China, Hong Kong, Japón, Corea del Sur, México, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, Perú, Rusia, Taipé, Estados Unidos, Brunei, Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam.

Pero el primordial foco de interés del mandatario estadounidense se concentraba sobre todo en 11 de esos países involucrados en un proceso negociador hacia un promovido Tratado Comercial Transpacífico (TPP) que incluye por ahora a Australia, Brunei Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam, además de Estados Unidos.

Algunos de ellos en desventaja temen que la falta de transparencia en los procedimientos y los estándares que exigen sus promotores facilite a los más desarrollados arrollar competitivamente a los menos desarrollados en un tentador mercado de más de mil millones de habitantes.

Pese a tantas dudas y resquemores, el principal interesado tiene ostensible prisa en culminar dichas negociaciones en diciembre próximo, puesto que de cuajar el TPP se convertirá en pilar fundamental para «pivotar hacia Asia», desafiando a China en su propio ámbito regional.

En diáfanos o velados discursos de mandatarios que intervinieron en el Foro de APEC estuvo latente el eventual Tratado Transpacífico por el cual Washington apuesta, y fue así que el chino Xi Jinping alertó que su país «no puede desarrollarse aislado de Asia-Pacífico», pero que tampoco la región podrá «prosperar sin China».

Además de por otros intereses bilaterales, las planificadas paradas del periplo de Obama tenían que ver con la controversial trama en promoción puesto que se dirigía a Filipinas, fuera del grupo negociador, Indonesia desinteresado en entrar, y Brunei y Malasia que han emitido señales de desconfianza.

Dada la cancelación del viaje, el secretario de Estado, John Kerry, lo representó en Malasia donde encontró al primer ministro, Najib Razak, defendiendo el criterio de su gobierno de no regirse en las negociaciones para el TPP por ninguna fecha límite porque su prioridad siempre será la de proteger los derechos soberanos y el bienestar del pueblo.

Con una visión más incluyente el Foro APEC, convocado bajo la divisa «Asia Pacífico, resistente motor de crecimiento global», dejó escuchar la exposición de sustanciales problemas a resolver antes de embarcarse en pactos restrictivos de sospechosa batuta.

Desde la inauguración misma, el presidente anfitrión de Indonesia, Susilo Bambang Yudhoyono, urgió a garantizar un sistema comercial multilateral abierto, basado en reglas transparentes y sin discriminación, luego de referirse a una coyuntura muy crítica cuando el mundo desarrollado muestra señales de mejoría y los mercados emergentes tienden a la baja.

Por ese carril de preocupaciones de fondo anduvo el par ruso, Vladimir Puti, al advertir que para superar la crisis estructural y duradera del actual sistema económico global, resulta necesario un nuevo modelo de desarrollo a largo plazo, de lo que nunca se habla o por lo menos sin la contundencia debida en las oblicuas tratativas hacia el TPP.

La cumbre APEC concluyó sin novedades en el habitual comunicado final, y no podía ser de otra manera, si reiteraba la necesidad de potenciar el intercambio comercial, las conexiones y el crecimiento sostenible, reforzar la cooperación para garantizar el suministro de alimentos, agua y energía a fin de enfrentar el aumento de la población y los efectos del cambio climático.

Dentro de lo alcanzable, Susilo anunció un pacto para acelerar las conexiones físicas e institucionales a partir del desarrollo y las inversiones en infraestructuras que pueden ayudar a reducir los costos de producción y mejorar el clima para los negocios.

La historia del ambicioso proyecto de integración económica que se conoce más por las siglas TPP, y en rigor se llama Asociación Transpacífico, arranca en el año 2005, entre los cuatro iniciales negociadores Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur, que lo ponen en vigencia desde 2006.

Fue consensuado por sus pioneros, y así lo plasmaron en el documento al respecto, como abierto a posteriores adhesiones, y en 2008 Estados Unidos se incorporó obviamente divisando filones perspectivos de alcances estratégicos.

Más tarde se sumaron gradualmente otras naciones, la última de ellas Japón, en 2013, para completar la cifra actual de participantes, pero en cualquier caso la principal potencia bañada por las aguas del gran océano impuso su cota de protagonismo.

Sin que de ninguna manera fuese casual, a partir de este ingreso las rondas de negociaciones cobraron impulso, hasta celebrarse una veintena, incluida la número 14 en la ciudad norteamericana Leesburg, en 2012, donde se puso alas a la meta de suscribir un acuerdo final en diciembre de 2013.

Pese al empuje dado por Washington, este proceso nunca ha corrido sobre seda ya que sobre la mesa persisten asuntos complejos como la liberación de barreras arancelarias y su potencial impacto en los socios en desventaja, y los impedimentos a estos para producir medicamentos genéricos de los que están urgidos, en beneficio de los grandes monopolios farmacéuticos.

La cuestión de la propiedad intelectual se plantea también en sus diversas facetas, tanto que hasta la compositora y cantante chilena Ana Tijoux lanzó una canción que dispara contra el TPP, por discutirse «a espaldas de la ciudadanía» y comprometer derechos como el acceso a la cultura y la salud, en el entorno digital y las inversiones.

Por algo reconocidos expertos se han ocupado de hacer profundas lecturas prospectivas sobre el tratado que se está engendrando, y algunos lo enmarcan dentro un cambio de políticas comerciales emprendidas por Estados Unidos, basado en sustituir el multilateralismo de la Organizción Mundial del Comercio por acuerdos megarregionales.

Otros lo divisan como una versión económica de la contención territorial que Washington aplicó a Moscú durante la guerra fría, dirigida esta vez contra Beijing, porque es innegable que forma parte del «pivote asiático» concebido por la administración Obama para frenar el ascenso global de China.

El TPP tiene trastienda, de ahí su disonancia, oblicuidad y falta de transparencia.

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