Elogio a la honradez

La honradez es siempre digna de elogio, aún cuando no reporte utilidad, ni recompensa, ni provecho.

Cicerón

Durante años, las familias mexicanas, se caracterizaron por introyectar en sus hijos, la honestidad como principio rector de su vida. Tomar algo ajeno para apropiárselo, era objeto de reprimenda o castigos a fin de no volver a cometer el acto reprobable.

La honestidad encabezaba la tabla de valores de la sociedad mexicana y definió por largo tiempo, el carácter de una población que concebía al robo como un hecho que contravenía no solo normas legales sino principios religiosos a los que les debía un respeto irrestricto.

Al paso de los años, el descuido o la relajación de las normas por diversas causas, propició sin que lo percibiéramos, un cambio radical en los principios rectores de la sociedad mexicana.

El tener se convirtió en una prioridad, aunque el tener violentara las normas de honradez y honestidad. De la noche a la mañana, comprar artículos se convirtió en el leitmotiv que definía lo que alguien era: tanto tienes, tanto vales, diría una consigna popular.

Bajo esta nueva estructura de valores, la honestidad fue desplazada por el deseo de poseer y el poseer, se convirtió en el fin último de todas las acciones.

En virtud de esta transmutación, el robo, la deshonestidad o falta de honradez fueron naturalizándose al grado de acuñar expresiones que constituyen una forma clara de la apología del delito: el que no tranza, no avanza o aquella, expresión de un político de triste recuerdo que sin la menor vergüenza decía, haz obra que algo sobra.

Después de varias generaciones formadas bajo esta visión, encontramos lógica en las reacciones de muchos mexicanos que ante el desabasto de gasolina, como resultado del combate frontal al robo de hidrocarburos, buscan justificar el acto criminal, expresando retóricamente que “las medida tomada constituye un absurdo pues cuando se toleraba el huachicol no existía desabasto”.

Tener, es una condición que define el ser del mexicano: Triste realidad para una sociedad que vive quejándose de la criminalidad y la alienta o justifica cuando como resultado de un combate a la misma, resulta temporalmente afectado.

Los actos de corrupción de los funcionarios gubernamentales, han sido tantos y tan frecuentes, que sin exageración hemos llegado a concebir que es parte casi necesaria de su desempeño. Lejos quedaron las muestras de aquellos funcionarios, que en posturas casi heroicas lograron desempeñar sus responsabilidades, sin muestra alguna de latrocinio.

Contrario a esa postura, la mayoría de los políticos actuales han adoptado el servicio, como un medio de enriquecimiento, llegando a constituir por su modo de proceder en una auténtica cleptocracia. El combate a esta condición, es a decir del nuevo gobierno, uno de sus objetivos principales…