Guillermo Robles Ramírez

Hay que protegerlos en lugar de festejarlos

Por Guillermo Robles Ramírez

            En mi infancia tengo muy grabado que en inicio de abril era un mes muy ansiado; no precisamente porque fuera el mes de mi cumpleaños. Sino porque al igual que muchos niños ya sabíamos que era nuestro, es decir, es cuando se celebra el Día del Niño.

            Una etapa de mi vida que valoro mucho y a su vez que nunca me hubiera gustado abandonar, aunque todos sabemos que eso es algo imposible humanamente, pero porque hay veces que es preferible vivir en un mundo de inocencia y a la vez llena de la cruda realidad con los problemas sociales.

            Agradecido con la vida por haber tenido una excelente infancia y ahora de adulto me doy cuenta de muchas cosas como aquella que tristeza de saber que no todos tuvieron la misma suerte que yo y lejos del conocimiento de lo que hoy ya es un problema social que se dejó a su suerte y aquellos quienes están pagando la factura son miles de niños y niñas inocentes.

            Abril un mes que ahora no sé si se deba de celebrar o no. Existen muchos reportes de todas las entidades federativas concentrados en Procuraduría Federal de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes. Y los informes no son nada alentador.

            Existe un indicador que marca la pauta de su incremento de maltrato infantil en nuestro país que fue en el año 2014 en el que este tipo de incidentes que violenta el derecho de niños, niñas y adolescentes aumentó a un 50 por ciento al año anterior, siendo los casos más altos los casos de violencia en Aguascalientes, Coahuila, Chiapas, Chihuahua, Quintana Roo, Sinaloa y Yucatán.

            En esta nueva administración no se han dado a conocer nuevas cifras, pero si estos indicadores han estado incrementando gradualmente desde cinco años atrás, y Pitágoras no se equivoca esto significa que los números siguen siendo desalentadores.

            Ahora bien, la violencia se puede dar de muchas maneras desde físicamente hasta psicológicamente. Y esto incluye todo aquello que ustedes al día de hoy lo ve diariamente como algo normal como es ver a estos menores de edad o bien adolescentes trabajando, limosneando, o bien vagando en las calles y centros comerciales, en lugar de estudiar.

            Pero un hecho es que no se puede culpar o responsabilizar a las autoridades locales, estatales o federales ya que no fueron ellos quienes trajeron al mundo a esos niños y niñas a sufrir.

            Se requiere de una mayor participación ciudadana para combatir todos estos actos ilícitos a los menores de edad, como también a miles de jóvenes adolescentes que afectan directamente los derechos de la población más desprotegida y vulnerable.

            La explotación infantil se generaliza al alza, por la situación paupérrima de la economía del país. Problema que no solo afecta a los niños de la ciudad sino también viaja a sectores rurales, así como comunidades indígenas que fueron abandonados por nuestros gobernantes y con el pasar de los años fueron víctimas del maltrato y con carencias obligando a estos niños y niñas a vivir en las calles.

            Para frenar la explotación infantil o éste fenómeno social, es indispensable la denuncia ante las autoridades que respondan a los derechos de los niños, para que puedan intervenir y los protejan.

            Los menores tienen derechos igual que cualquier otra persona, y también  los debemos respetar, empezando, obviamente, por la gente que está más cerca de ellos, es decir, los papás y parientes de mayor cercanía. Cuando ya salen de la esfera familiar toda la ciudadanía, en general debemos velar por esos derechos. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria “Antonio Estrada Salazar” 2018) www.intersip.org