LA PAZ DE LOS SEPULCROS

El periodista francés Paul Masson fue un hombre muy intuitivo. Con genial sensatez dijo en una ocasión que: “Los funcionarios son como los libros de una biblioteca: los situados en los lugares más altos son los más inútiles”.

 

Sin duda esto es muy cierto y eso es lo que estamos padeciendo los mexicanos. Empezando por el presidente de la República, la gran mayoría de los funcionarios con un alto grado de poder, han necesitado de solo un año para demostrar que son un grupo de personas que carecen de la más mínima capacidad para desempeñar sus puestos.

Esta semana se ha comprobado que lejos de lo que se afirma en el discurso oficial y el periodismo que se limita a repetirlo, nos gobierna un grupo de amigos, bien vestidos, con peinados engominados y que no tienen una verdadera idea del lugar en que se encuentran.

La respuesta que ha dado el gobierno federal a la crisis michoacana, nos muestra que estos funcionarios no han entendido que el poder se ejerce, no se comparte.

La semana pasada le decía que tenemos un gobierno que no actúa ante la realidad y eso lo hace un gobierno de cobardes. Hoy le digo que tenemos un gobierno que cuando actúa,  lo hace al margen de la ley y eso lo hace un gobierno de canallas.

Y es que con la tibia actuación del presidente Peña Nieto con respecto a la situación de Michoacán nos deja ver que no se quieren hacer las cosas.

Con absurda tibieza, se permite que existan grupos armados en el estado, sean delincuentes o sean autodefensas, pero ambos actúan al margen de la ley y hacen que el gobierno sea el blanco de las sospechas.

Unos sospechan que se envió a la fuerza militar para proteger a los templarios de los grupos de autodefensa. Otros dicen que el gobierno es aliado de estos últimos para combatir a los templarios. Personalmente creo que el gobierno va a Michoacán sin idea y sin estrategia. Nadie se alía con este gobierno, pues a nadie le gusta un tonto por aliado.

Con su sello personal y ante la desesperación del gobierno estatal, el presidente Peña envió al secretario de gobernación a firmar un acuerdo con el gobierno local, difundiendo la falsa idea de que con ello regresaba la paz a Michoacán. Nada más falso. Tristemente este gobierno se caracteriza por firmar todo, pero no cumplir nada.

En el colmo de los disparates, el presidente nombró a uno de sus amigos como un gobernador de facto para el estado, sin seguir la ruta constitucional y dotándolo de una serie de facultades que suponen un ataque a la soberanía estatal.

Nadie duda que el gobernador de la media vida, en que se ha convertido Fausto Vallejo, carece ya de cualquier posibilidad para regresar el imperio de la ley a su estado, pero tampoco queda duda de que el presidente antepone su interés político a la paz michoacana.

Nuestra Constitución prevé los cauces legales para una sustitución en el ejercicio del poder local; hacerlo por la vía del decreto es un ataque al federalismo.

La nobleza del objetivo, no justifica lo innoble de sus métodos.

Es claro que se hizo de esta manera, porque la desaparición de poderes supondría la convocatoria a elecciones en tres meses y entre la insensatez del gobernador y la indolencia del presidente, la imagen del PRI en ese estado simplemente está hundida. No piensan que con ello, el daño al estado de derecho y al pacto federal es inmenso. Edward Kennedy decía que en lo político como en las matemáticas, lo que no es del todo correcto, simplemente está mal.

Va a Michoacán un hombre singular. Un individuo en cuya curricula hay algo que sobresale: Es amigo del presidente.

Alfredo Castillo Cervantes es un tipo muy iluso, y que cree firmemente, que todos los mexicanos lo somos también.

Yo no creo que el tipo que no pudo encontrar el cadáver de una niña bajo el colchón, pueda encontrar a la “Tuta”.

Yo no creo que el tipo que no pudo determinar, convincentemente, las causas de la explosión en el edificio central de Pemex en 2013, pueda desactivar la bomba de tiempo en que se convirtió Michoacán.

Yo no creo que el tipo que se idealiza como un “Pep Guardiola”, pueda jugarle un partido a la delincuencia, en su cancha y llevando a un equipo llanero formado por sus cuates.

Yo sospecho de este gobierno, porque en su mal entendida tolerancia, permite la existencia de las auto defensas, sin que se haya aclarado quien las ha financiado y más que nada,  porque está demostrado que quienes ahora las dirigen, tienen y han tenido actividades en el narcotráfico.

Sospecho que no funcionará su actuación, porque al intervenir en unión de un grupo armado solo terminará por trasladar para este el control del estado, sin regresarle a Michoacán la legalidad y la tranquilidad.

Jean Jacques Rousseau dejó claro que el gobierno tuvo su origen, en el propósito de encontrar una forma de asociación que defienda y proteja a la persona y a la propiedad de cada cual, con la fuerza común de todos. Que Enrique Peña Nieto acepte compartir y romper con el monopolio del uso de la fuerza legítima es un riesgo para Michoacán con repercusiones en todo el país.

El gobierno y sus fuerzas armadas –policiales y militares- deben de luchar contra el delito, imponer la fuerza de la ley con todo y para todos. Si se hace de otra manera, no podrá alcanzarse la paz; o tal vez sí, pero será la paz de los sepulcros.

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