MEXICO, UNA CIUDAD DE PRIMERA

Probablemente es un mito que el avestruz esconde la cabeza para evitar un peligro. Pero es cierto que nuestros gobernantes consideran que los problemas de México son solamente asuntos de percepción. Es decir, fingen cerrar los ojos y modificar la realidad por medio de campañas de publicidad.

Así ocurre tanto en ámbitos locales como en la extensión federal. En asuntos económicos como en seguridad, salud, educación, impunidad o corrupción. Intentan hacernos creer que, gracias a su atinada dirección, nuestra vida se desarrolla en un ambiente de armonía, progreso y felicidad. ¡Pura falsedad!

La ciudad de México, la capital del país, es un vivo ejemplo de la permanente disociación entre la cotidiana verdad y las ingenuas medidas para transformarla en un escenario de cine o televisión. Movería a risa si no resultara dramático, contaminante y económicamente perjudicial, el esfuerzo gubernamental por convertir a la zona metropolitana, que es una de las más grandes y pobladas del planeta, en un pueblo bicicletero y peatonal.

Según cifras oficiales, el 20% de los casi 30 millones de viajes diarios que se producen en la zona metropolitana corresponde a la ciudad. De estos, la tercera parte se llevan a cabo entre 6 y 9 de la mañana, y más de 4 millones son largos, cruzando dos o más delegaciones. Pretender que las bicicletas sean una buena alternativa para el transporte colectivo de mayor velocidad es simple broma o ingenuidad.

Siempre recurriendo a las cifras oficiales, en los últimos diez años se ha reducido cerca de 60% el promedio de velocidad en el Distrito Federal, pasando de casi 40 kilómetros por hora a menos de 15 en las horas pico. Y los tiempos de traslado registran hasta tres horas y media por persona.

Para colmo, la propia situación geográfica del Distrito Federal, una cuenca casi cerrada por montañas a 2,240 metros sobre el nivel del mar, semejante a una gran cazuela que retiene aire y evita su dispersión, en la que se desarrolla casi un tercio de la actividad económica nacional y sus automotores consumen a diario 25 millones de litros de combustibles, agrava la contaminación hasta niveles peligrosos para la salud de la población.

Pero en lugar de resolver las 3,000 intersecciones más conflictivas en las horas de máxima demanda, o de articular eficientemente el sistema masivo de transportación, las autoridades, como avestruces, obstruyen las avenidas más importantes con carriles para ciclistas, y difunden sus fotografías haciendo gimnasia en calzones, con el objetivo ingenuo o perverso de crear la percepción de una ciudad limpia, transparente, tranquila y amigable, que les permita aspirar a premios internacionales de buen gobierno y quizás hasta a la candidatura a una jerarquía superior. Mientras los automovilistas viajan en primera, sin posibilidades de cambiar a la segunda velocidad.

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