REGRESO AL PASADO

Un nuevo esquema político y democrático está por imponerse a todos los mexicanos. Algunos les interesa, a otros, los más, les interesa el futbol, un circo diseñado para brindar pan al pueblo, un pan que lo anestesia, que lo sumerge en un mundo inconsciente.

La conciencia nos permite adquirir el conocimiento verdadero de todas las cosas. Sin conciencia, nunca seremos libres. Sin conciencia, abonamos el terreno para que ogros filantrópicos se apoderen de nuestras vidas, que decidan por nosotros.

El régimen impuesto por el Partido Revolucionario Institucional perfeccionó el uso de nuestra inconsciencia. En la dictadura perfecta que describió Vargas Llosa, no solo nos acostumbramos al sistema priista, sino que temíamos perderlo, dudábamos si este país sería capaz de ser gobernado de otra forma.

Ya pudimos tener una etapa de prueba, lamentablemente, con resultados más decepcionantes que esperanzadores. Los dos gobiernos panistas demostraron que en este país es casi imposible vivir sin el PRI. Pero fue un error de ellos. En lugar de crear nuevas estructuras políticas y sociales, los panistas utilizaron las que el PRI tiene y controla. Se aliaron con ellas. Se volvieron PRI. Durante 12 años, el ogro filantrópico cambió de color, no de forma ni de procedimientos.

Los panistas creyeron que su acceso al poder fue por obra de la justicia divina. Por eso quizás gobernaron así, como semidioses, viviendo en los cielos, donde no existen problemas terrenales. En su error llevan la penitencia. También los ciudadanos. Los panistas perdieron el poder y toda credibilidad. Los ciudadanos seguimos con las mismas dudas sobre nuestra capacidad de construir un sistema diferente.

Los panistas, tanto el de lengua larga y como el de mecha corta, no alcanzaron a entender que el cambio democrático fue producto de largas luchas ciudadanas. Incluso algunos priistas visualizaron esta necesidad de cambio “para no despertar al México Bronco”.

1968 fue un parte aguas en esta necesidad de construir un sistema diferente. La matanza quebrantó la legitimidad del régimen. Abrió ojos, conciencias y necesidades de un cambio democrático. La reforma política de 1977 inicia ese cambio formalmente. Se consolida en 1996 con la creación del Instituto Federal Electoral. Se establecen bases para una competencia con equidad y transparencia entre los partidos políticos.

El “perdone usted Señor Presidente” de Porfirio Muñoz Ledo en el último informe de Miguel de La Madrid, significó que el cambio democrático iniciaba su curso en este país, de forma ineludible, imparable. Fue una interpelación que derrumbó la figura presidencial. El desfile a Palacio Nacional fue en carroza fúnebre. Llevaba un cadáver. El un régimen embalsamado que había muerto en Tlatelolco, años atrás, en 1968.

El régimen ya estaba muerto, pero no lo aceptaba. Tuvieron que transcurrir dos sexenios más y varias devaluaciones, para que la transición llegara formalmente, impulsada también por hechos causales del momento, asesinatos políticos, crisis económica y levantamiento indígena armado.

A los panista les llegó el poder por el hartazgo ciudadano. No profundizaron el cambio democrático. Cuando pudieron no quisieron. Hoy lo hacen desde el Poder Legislativo, pero como monedas de cambio, no por convicciones. Cambian, con hombres barbados que vienen montados en máquinas excavadoras, petróleo por espacios de poder.

En el tropel de intercambios de intereses, se imponen a los ciudadanos condiciones que ya habían sido superadas. La reelección de diputados y senadores, de diputados locales, de presidentes municipales, es además de la aberración política más grande, el retroceso democrático más severo que ha tenido este país. La reelección promete vida eterna a través de la renovación de votos. Los hijos de San Lázaro se levantarán y andarán, por recintos y pasillos, por despachos y oficinas, sin preocupación a la muerte. Es la inmortalidad del hueso.

El espiritismo está vigente. Madero se sigue comunicando con los muertos. Los hace reír. En una tumba fría de París, Don Porfirio está divertido y desconcertado. Si como mártir no lo entendió antes, ahora como martirio, menos. Tampoco nosotros. Tanto brinco para llegar a lo mismo. La metamorfosis de un siglo transformó haciendas en empresas, las tiendas de raya en salarios miserables. El mismo orden entre pobres y ricos.

La reelección no es el único retroceso. El cambio democrático del año 2000, trasladó la dictadura perfecta al nivel estatal, dando a los gobernantes locales poder y libertades que antes no tenían. Se convirtieron en ogros filantrópicos territoriales, donde pueden hacer todo lo que quieran, endeudar generaciones enteras inclusive, menos equivocarse en el proceso electoral nacional. De ello depende su futuro y muchas veces su libertad.

La reforma política actual pretende quitar ese poder a los gobernadores. La Soberanía vale menos que un tornillo. Tal vez sea sano por lo insano en que se manejan las cosas locales. Para los ciudadanos no significará ningún cambio. Estamos seguros que rápidamente este poder caerá en manos de otros ogros filantrópicos que, igual o peor, decidirán nuestro destino.

El poder político se concentrará nuevamente en el centro del país. Una nueva Creación de Adán se pintará en el techo del INE, describiendo el dedo divino, el que desciende a la tierra en una nube, rodeado de ángeles y demonios, envuelto en turbulencias, dueño de un poder irresistible, para señalar a su criatura. Será un regreso al pasado.

Después de tantas vueltas y despertar de conciencias, hoy México está por celebrar un regreso a lo mismo, vestido de cambio y modernidad. Las leyes secundarias que el Congreso discute y aprobará, con la simulación opositora acostumbrada, servirán para perfeccionar aún más la dictadura perfecta.

En resultados, será la misma de antaño, la misma de siempre. Los ciudadanos seguiremos viviendo con los ogros filantrópicos que nunca se fueron, que quizás nunca se vayan, porque es algo que se transmite genéticamente, por la vía de la inconsciencia.

 

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