Tras bambalinas: Jugar con el tigre; deshonor sin causa en la Unicach

¿Pues en qué pensaban esos hombres de las calvas indecentes cuando, desde sus tibios cubículos de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach) acordaron entregar un doctorado honoris causa al Secretario de Defensa?

¿Dónde estaban esos ínclitos maestros y doctores cuando el Colegio Académico aprobó tal nominación? ¿Y después por qué se dieron por sorprendidos? ¿Qué su comunidad no les informa? ¡Hipócritas! ¡Inútiles!

Esto que ocurrió la semana pasada es una afrenta. Y no para el General Salvador Cienfuegos, que bien podría reírse del asunto al verse librado del ridículo gorrito, sino para el Ejército en particular y las Fuerzas Armadas en su totalidad.

Aunque no sabemos la justificación académica que blandieron para tal nominación, cualquiera con dos dedos de frente, aunque no tengamos doctorados ni maestrías, entenderíamos que se trataba de un reconocimiento a la institución armada en general.

Pues no. Y que salen las damas de la vela perpetua con las enaguas recogidas hasta la rodilla y los Caballeros de Cristo a resoplar e inferir blasfemias contra «el Ejército represor» y olvidaron que esos, a los que tanto repudian, se pusieron al frente de la sociedad para rescatar víctimas de los terremotos del año pasado.

Somos una sociedad hipócrita, desmemoriada, inculta, comodina e infantiloide. Vivimos inmersos en la corrupción. Y la promovemos en acciones concretas, cuando queremos darle vuelta a un trámite o salir del paso cuando violamos la ley.

Pero con todo, siempre hemos sido una sociedad solidaria aunque, lamentablemente, a fuerza de tanta violencia y tanta política, nos hemos deshumanizado paulatinamente, al grado de caer en la ceguera extrema. Ya no levantar la cabeza, para no seguir viendo los horrores.

En medio de la tragedia, cuando miles de mexicanos de pronto vieron despedazadas sus vidas, una de las imágenes más impactantes fue la de un soldado llorando, impotente por no haber podido salvar a una mujer y su hija.

Después supimos que su propia familia fue una de las damnificadas en Oaxaca. Pero ese hombre, en ese instante, luchaba por la vida de otros. Ese gesto, merecía todos los galardones y honores del mundo.

Cuando el huracán Wilma azotó Cancún, Quintana Roo, con vientos de 295 kilómetros por hora, a los únicos que los reporteros vimos a nuestro alrededor fue a los soldados y marinos, rescatando gente, en zonas ahogadas, anegadas, arriesgando su propia vida entre cables de luz caídos, animales ponzoñosos y el aire inyectado de enfermedad.

Bajo esta óptica, la estupidez cometida por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach) debe tener más consecuencias. Esos catedráticos tendrían que explicar muchas cosas a la sociedad y disculparse con las Fuerzas Armadas.

Pero lo más grave es que, en franco oportunismo, uno de los aspirantes a la Presidencia de República no sólo haya criticado el galardón, sino que ordenara al General Cienfuegos «ponerse a trabajar» y dejar de hacer «politiquería».

¿Con qué autoridad moral Andrés Manuel López Obrador dice eso, cuando él lleva más de 12 años viviendo del erario público sin rendir cuentas, en un permanente periplo que le pagamos todos los mexicanos?

Y no es porque el General Cienfuegos merezca el galardón o no, sino por la majadería con que se trata a un sector de la sociedad que vive en primera fila los horrores de un país que se hunde no sólo en la violencia y la corrupción, sino en la hipocresía de una sociedad acostumbrada al «moche», «cochupo», «entre»; a la falsificación.

Mire, para acabar pronto, las Fuerzas Armadas son las únicas que trabajan o son las que más trabajan en este país. Así que, Andrés Manuel, mejor lávate la boca y discúlpate también por esto.

Tiene razón el diario EL UNIVERSAL: «para elementos de tropa, oficiales, jefes, generales y militares en retiro, don Andrés Manuel faltó nuevamente al respeto a su instituto armado, ahora ofendiendo a su líder, el general Cienfuegos».

Este último «desparrame» del Ya Saben Quién ha causado profunda molestia entre los altos mandos del Ejército y Marina que ahora le responden a AMLO: «quizá el precandidato presidencial cree que trabajo duro es andar de campaña y no el que hacen los soldados».

Suspender la entrega de un doctorado honoris causa al secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda es una vergüenza, sí, pero para el mundo académico!

Esto nos hace reflexionar sobre su existencia. Ellos también se han convertido en una élite privilegiada, que se beneficia de becas, salarios y pensiones que los mantienen más allá de la línea de flotación y les permiten tene 2 o 3 casas en Cuernavaca, Acapulco, Querétaro, Tepoztlán.

¿La inmensa mayoría de esos ilustres maestros y doctores qué le aportan al país? ¡Y mire que usted, sufrido lector, no los ha tenido que escuchar! En sus reuniones vuelan los «haigas», «fuistes», y una total ausencia de sintaxis, que reflejan el desorden de sus ideas. Bien dicen que lo doctor no quita lo p…

Ellos le mienten al país, le mienten a usted y se mienten a sí mismos. La nobleza de sus causas rara vez se alejan de la comodidad de sus tibios cubículos. Insistimos: no son todos, pero sí la mayoría.

HABLANDO DE HIPÓCRITAS

Y así, ya yéndonos de largo sobre actos fallidos y actitudes hipócritas, aquí cabría preguntarnos:  ¿Dónde está el dinero que dijeron PAN, PRD, MORENA y demás partiditos que donarían para la reconstrucción luego de los terremotos?

¿Dónde están las cuentas? ¿Dónde está el dinero?

Ojalá que Anaya y los Perreditos, Pescaditos y Movimientos Naranja nos digan, con cifras reales, cuánto dieron.

Que Andrés Manuel y sus Morenos o Prietitos digan cuánto pusieron.

¿Usted sabe cuánto aportaron? ¡Yo tampoco! Todos son unos ¡Hijos de Elba Esther Gordillo!

PD: Yo de antemano les digo. Yo no di nada. 1.- Porque no tengo 2.- Porque en teoría, para eso operan también nuestros impuestos. Y esos sí los pago sin chistar, incluido predial y agua, que lo suben y suben sin justificación alguna, pero como a las hordas mesiánicas no les da el cerebro más que para repetir «Gasolinazo», pues no se dan cuenta de los golpes abajo del cinturón.

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