UN DESPIDO NECESARIO PARA EVITAR EL FRACASO TOTAL

Cuando asumió el puesto, el más alto al que pueda aspirar un dirigente, prometió que nos llevaría por la ruta de los éxitos hasta colocarnos entre los más desarrollados del mundo. Sus condiciones y expectativas fueron ampliamente cubiertas. El sueldo y las prestaciones, envidiables, superiores a lo que obtienen sus colegas internacionales.

Ha contado con todo el personal que solicitó, eliminó de la nómina a todo el que le pareció inconveniente substituyéndole por sus allegados de confianza. Se le han autorizado todas las giras que consideró oportunas y necesarias para obtener prestigio y legitimidad ante la opinión pública.

Los dirigentes de las demás organizaciones, incluyendo a sus adversarios tradicionales, se han inclinado sumisamente ante sus decisiones y le han apoyado para que implemente el sistema más adecuado a sus personales intereses en consonancia con los de sus promotores, que patrocinaron sus campañas con la esperanza de acrecentar sus logros económicos. Prensa, radio y televisión, bien pagados, han colaborado eficazmente con todos sus locutores y comentaristas gritando y aplaudiendo para apoyar y elogiar ampliamente su trabajo, pero denostando y atacando rabiosamente cualquier intento de crítica o de oposición a sus proyectos.

Sin embargo, pasado el tiempo, las promesas gloriosas han dado paso a la deprimente realidad. De fracaso en fracaso, en todos los ámbitos. En sus presentaciones personales y en sus informes acepta las fallas y vuelve a prometer que, de aquí en adelante, todo empezará a mejorar si se le aprueban más cambios y se le autoriza a tomar medidas impopulares pero apegadas al plan de trabajo previamente autorizado por sus patronos.

Todo ha sido inútil. Y aunque el malestar público en realidad a nadie le importa, porque una corta pero intensa campaña publicitaria lo subsana, los resultados económicos no han sido satisfactorios para los empresarios y éstos comenzaron a exigirle resultados tangibles en el corto plazo.

Las estadísticas demuestran que quienes siempre dudaron de sus capacidades, tenían razón. Ningún éxito apoya sus ofrecimientos y promesas de mejoría. Los malos resultados le acarrean rechiflas y manifestaciones de descontento por dondequiera que va. A pesar de que los publicistas hacen su mejor esfuerzo, no logran ocultar la realidad. La situación no atraviesa por un bache pasajero, vamos cayendo en picada sin posibilidades de mejorar, a pesar de la intromisión de organismos internacionales que supervisan y controlan toda su labor.

Y como el daño ha sido tremendo, hasta irremediable en algunos aspectos, es urgente su inmediata destitución. Mientras más pronto, mejor. Para fortuna nuestra y de todo el país, el “Chepo” se va del Tri.

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