Veneno Puro

*Sobre el Gongorismo
*Mujeres en Política
*Las Co-Presidencias

Yo no sé, y es difícil asegurar una cosa y la otra, si Genaro Góngora Pimentel, ex ministro de la Suprea Corte de Justicia, fue perseguido como abusador de su esposa por efecto de su cercanía con Andrés Manuel López Obrador o por el horror de abandonar a dos hijos autistas procediendo penalmente contra la madre de los mismos, encerrándola y dejándola, por sus propios contactos y conocimientos del Derecho, prácticamente en estado de indefensión. Por supuesto, la dama en cuestión no estaba abandonada a su suerte y encontró el oportuno respaldo de los adversarios de MORENA y del propio jurista para convertir la dolorosa controversia familiar en un escándalo. En lo personal, este columnista no se atrevería a defender a un personaje capaz de abandonar a dos niños enfermos y pretender reducirles su pensión sobre diversiones porque no pueden acceder a ella. Este último estrato me parece especialmente decadente, monstruoso.
El hecho es que, sólo en el Distrito Federal, existen ¡setenta mil juicios, pendientes de ejecutar, similares al de Góngora! Es una cifra tremenda que habla, y mucho, de la permanente descomposición en los hogares acaso, como decíamos hace unos días, por el cambio de roles sociales de género. Por ejemplo, en Ciudad Juárez, una de las causas iniciales de los feminicidios, allá por el año de 2003, se debió a que las mujeres encontraban más fácilmente trabajo en las maquiladoras y comenzaron a actuar el papel machista, gastándose sus quincenas a vecs de manera irresponsable, mientras el marido aguardaba en casa… hasta que, sin poderse aguantar, recurría, por desgracia, a la fuerza física. Ojo: no estoy justificando tal conducta, simplemente la registro como una de las causales de la tragedia que sirvió para estigmatizar a la urbe fronteriza sin detenerse, por ejemplo, en el hecho de que las autoridades penitenciarias estadounidenses concentraron en “El Paso”, Texas, a setecientos predadores sexuales bajo el supuesto de que podían iniciar una nueva existencia… a unos pasos en donde se vejaba, decían, a las mujeres. La interrelación indigna sin que nadie haya sido capaz d detener la falaz intención degradante.
Me pregunto, sin ánimo de ofender a nadie y mucho menos cayendo en una odiosa misoginia como se pretende cada que se tocan estos temas colocando sellos y lugares comunes como escudos, cuántas de las mujeres involucradas en los setenta mil casos que se conocen en el Distrito Federal sobre maridos que proceden contra ellas, son realmente inocentes o culpables. Por lógica, debo pensar que un porcentaje elevado, ellas no son las víctimas sino las victimarias a sabiendas de una protección que se volvió excesiva a causa del imparable “machismo” de muchos mexicanos; y aquí, como en cualquier otra parte, las tendencias suelen blindar en excesivo a quienes han sufrido, de alguna manera, los estragos de la xenofobia, el racismo, la discriminación y la supuesta disparidad de géneros.
Este año, por ejemplo, en la ciudad de México, como en casi todas las capitales con carácter universal y abiertas a la modernidad, las marchas lésbico-gays mostraron una faceta muy interesante: con excepciones, claro, la mayor parte de quienes acudieron a ellas lo hicieron con respeto para los demás, esto es sin exageraciones ni urgencias por mostrarse en pantaletas ni agresivas muestras de promiscuidad. Y es que resulta que la fama de los mismos sobre su propia conducta parece reñir con la seguridad de la fidelidad que afianza las relaciones de pareja. Y todos creen que por el solo hecho de haber salido “del clóset” quien lo hace es susceptible de acostarse con cualquiera. No es así, me consta por los amigos con esta tendencia que jamás me han faltado al respeto conociendo mi indiscutible gusto por las damas, no sólo hermosas sino con personalidad –lo que no es una cualidad generalizada para infortunio de quien escribe-, y mi convicción de heterosexual absolutamente definido, aunque la “moda”, muy marcada, sea otra en la política… y en el periodismo.
La igualdad de género no puede basarse, no más, en la filosofía del gran almacén que en todo México anunciaba, con una figura femenina en extremo sensual, una sentencia pretendidamente inapelable: “todo lo tuyo es mío, pero todo lo mío sólo es mío”. Obvio es decir que, ante la ley y la más absoluta lógica, tal no es así y mucho menos. Tampoco cabría lo contrario, por supuesto, a favor de quienes ejercen una virilidad que consiste en no permitirle a las señoras ni administrar siquiera los gastos del hogar ni dejarles un techo donde vivir cuando llega la hora de las separaciones. Conozco casos cercanos de mujeres que, por proceder como damas, permiten la vejación de quedarse sin nada; y también de otras cuyos abusos llegan al grado de dejar en la miseria al ex marido, o cuando menos obligarlo a servirlas de por vida manteniendo ellas el control de los ahorros mutuos. Uno y otro extremo son repelentes y sólo los jueces, con verdadero sentido común, serán capaces de destrabar lo conducente.
No podemos negar –y, por favor, no me dañen tildándome de misógino por señalarlo cuando tanto me gusta el calor y la belleza femeninas-, que en no pocos casos, ellas preparan una estrategia singular para lograr separarse del marido despelucándolo. Hay cientos de casos esparcidos por doquier que confirman el aserto; también hay maridos y señoras que maquinan hasta la muerte del consorte, pretendiéndose lavar las manos, para ganar seguros y prebendas además de los niños, si los hubiera, concebidos en común. La perversidad humana tiene tantos caminos que es necesario, de manera permanente, estar al pendiente de los cambios sociales para atajarlos en su momento y no cuando la tragedia se haya asomado al balcón.
Lo peor, como en el caso de Góngora, acaso no es dejar en el abandono a una familia sino ser reo de una venganza política hija del contubernio y la traición de la pareja. En esto no hay diferencia de género porque mujeres y hombres pueden escalar todos los niveles del odio después de haberse alejado de las escalinatas del amor, siempre mejores y más blancas. Para este columnista, lo repito, nada es más degradante para el ser humano que el traicionar al compañero (a) por rencor y por no haber sabido medir, a tiempo, las consecuencias de los actos personales. Para infortunio global, esta circunstancia se repite, una y otra vez, bajo la creencia de que el hombre tiene la fuerza física y la mujer la fuerza de la procreación y, casi siempre, el derecho a formarlos salvo si se demuestra locura o abierta incapacidad para ello. Aún así, el margen es muy estrecho para el juzgador.
Mirador
Crystal Tovar Aragón, diputada por la vía plurinominal del PRD –a veces vanguardista-, decidió defender su derecho a portar las minifaldas más cortas que se conocen y ser fotografiada así para el mundo entero, con gran revuelo en las llamadas redes sociales. Hace poco se fotografió, como si posara para un calendario, al pie de la sierra de Baja California; años atrás, por cierto, en febrero de 1995, el entonces presidente Ernesto Zedillo decidió ofrecer su primer informe trimestral en la orilla de la Barranca del Cobre, en Chihuahua, sin saber que aquel sería el augurio de su precipitación, sin remedio, hacia el despeñadero. (Por cierto al libro de mi autoría con este nombre nadie ha podido detenerlo y, en menos de dos semanas, comenzará a circular para subrayar mi defensa permanente a la libertad de expresión. Veremos como reaccionan los “torquemadas” modernos).
Aplaudo la iniciativa de la dama. Pese a ello, creo que, como los hombres, deberíamos guardar un poco más las formas por respeto a las instituciones y a cuanto se representa. Me encantan las piernas de la legisladora, no lo niego; pero también creo que la sede camaral no es el mejor sitio para exhibirlas como tampoco lo es para algunos desarrapados que visten no de manera informal sino francamente con fachas que muchos de nosotros no nos atreveríamos a ponernos ni cuando visitamos un parque en domingo. Es una cuestión de criterios y sentido común.
Otras mujeres de la política han caído en el folklorismo agobiante, como Beatriz Paredes Rangel, quien no sé si seguirá “adornándose” con los kafkanes de estilo hindú en su condición de embajadora, y también Ivonne Ortega Pacheco, secretaria general del PRI, que viste en ocasiones como mestiza yucateca sin serlo, aunque se vea muy bien.
Hermosas mujeres que me leen: finalmente, hagan lo que les dé la gana… siempre y cuando no afecten a terceros ni deshonren su propia dignidad.
Por las Alcobas
Durante los gobiernos anteriores, los de la derecha, y a partir del exabrupto de Fox en el sentido de que para él, su unión de pareja con las “muchas faldas” de Marta, debía interpretarse como una especie de “co-gobierno”, no sólo la señora Sahagún Jiménez se lo creyó sino mochas otras más que pretendieron suceder a sus maridos en los gobiernos estatales o en la misma presidencia. Ninguna, hasta el momento, lo ha logrado aunque ya por allí hay una corriente a favor de Margarita Zavala, la administradora principal de los negocios de calderón –minúsculas-, quien todo le perdonó hasta ahora.
Prefiero otro perfil de damas: las de mujeres como doña Griselda Álvarez o Amalia García, quienes llegaron a los gobiernos de Colima y Zacatecas, respectivamente, con absoluta dignidad aunque después se quisiera ensuciar a la segunda sobre presuntos peculados jamás comprobador. Esto es: a las damas capaces de ser lo que son por ellas mismas y no por efecto de los estatus reflejos o de la cohabitación con los poderosos. La lista la tengo.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
ESTOY CONVENCIDO DE QUE HASTA LAS PROPIAS MUJERES INTELIGENTES NO ACEPTAN LOS PRIVILEGIOS PERO SÍ DEMANDAN JUSTICIA; OTRAS, NO. QUIENES SE SITÚAN A LA SOMBRA DE LOS MARIDOS PARA DESTRUIRLOS ACABAN, SIEMPRE, POR DESTRUIRSE A SÍ MISMAS. ¡HAY TANTOS CASOS! MUCHO MÁS QUE LOS DE LOS LLAMADOS “GÓNGORAS” QUIENES NO SON TODOS CULPABLES. ¿SERÍA OBLIGATORIO, PARA CADA PAREJA, COMPILAR PRUEBAS CONTRA SU CONSORTE DESDE EL MOMENTO MISMO DE CONTRAER MATRIMONIO? ESTO ES, ¿LA SOSPECHA PERMANENTE REÑIRÁ CON EL AMOR INCONDICIONAL? ES UN BUEN TEMA.

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