EL LIBRO DE LOS PRESAGIOS – POR OSMAR ÁLVAREZ CLAVEL

Entrada la noche soldados y oficiales se repliegan, solo quedan en el enclave unos piquetes de reclutas que parecen custodiar las barracas cercadas de alambradas donde duermen, ajenos a la maniobra, presos de diferentes países. Los militares se retiran sigilosa pero rápidamente, abordan las lanchas y trepan a un barco enorme que se aleja de tierra firme. Al rato caen sobre el enclave varios misiles y el barco retrocede custodiado desde lejos por otro barco aún más grande que tiene una plataforma cubierta de aviones. Del primer barco salen lanchas rápidas llenas de soldados, vienen hacia acá…

Ni el mismísimo Amael cree en su propio sueño. Se pasa el día tratando de repasar los diferentes instantes del presagio y siempre llega al mismo puerto. En la noche apenas duerme. Intenta reeditar el sueño hasta que el agotamiento lo vence y se queda profundamente dormido.

La algarabía de Yuliesky, quien informa al colectivo que hay limpieza general, lo despierta. Yuliesky lo conmina a levantarse chama, porque hoy es sábado y hay que empezar a luchar la vida temprano, así mismo , asere, y no me mires con esa cara de yo no fui…

Se sienta en la litera y poco a poco reconstruye la profecía. Pero ahora aparecen otros barcos, muchos barcos y las lanchas corren en todas direcciones, enfilando hacia la costa: ya no tiene dudas.

Amael vino a contarme y ahora compartimos el mismo secreto: el del presagio del ataque; el sueño que nos hizo definitivamente amigos. Conferenciamos largo; había muchas contradicciones, pero una cosa quedaba clara: estábamos ante un peligro inminente. Hasta donde sabíamos no había programada ninguna maniobra en la zona del presagio, las relaciones con la potencia eran normales dentro de lo que cabe y el presidente imperial había dicho que nosotros no éramos una prioridad para su gobierno. Pero estos cabrones son capaces de cualquier desatino, había antecedentes muy claros.

La predicción carecía de sustento y los expertos apenas nos habrían prestado atención. Pero, si funcionaba otra lógica y ocultábamos la premonición seriamos de algún modo cómplices. Una invasión podía desencadenar una confrontación de incalculables consecuencias para nosotros, y quien sabe. Coincidimos en que la situación no podría ser más tensa y que debíamos tomar alguna decisión.
-Hay que buscar un interlocutor confiable, dije yo.
-No puede ser un militar, porque los militares no creen en presagios, dijo él.
-Tampoco podemos acudir a la gente de la FEU o a la dirección del Departamento o de la Facultad, porque de algún modo la información se nos escaparía. Y si estamos equivocados pagaremos la cuenta doble, por desinformadores y por ingenuos, añadí.
-No se me ocurre ningún nombre… o sí , Gretel:
–¿Gretel?, tu además de soñador debes ser loco, a quien se le ocurre… ¿Quién ha visto que la poesía y la guerra tienen algo en común? ¿Una poetisa discreta, vamos hermano?.
-Es que tú no conoces bien a Gretel… Cuando nos peleamos se alejó completamente. Después comenzó a acercarse. Ahora nos vemos con frecuencia y hablamos mucho, aunque jamás hablamos de amor. No puedo decirte que somos amigos. No sé lo qué somos. Pero si puedo asegurarte que confiamos el uno en el otro. Yo no entiendo bien el asunto, pero es así, Ricel: las mujeres son más difíciles de entender que la política internacional.
-Está bien, hermano, disculpa. Pero la idea me sigue pareciendo mala. Tal vez deberíamos esperar a mañana a que concluya el entrenamiento de las MTT.
-Mañana hay entrenamiento para una parte de la Universidad, para los cuadros, para estudiantes y profesores que tienen responsabilidades en la movilización general del otro domingo. A nosotros nadie nos ha citado.
-Mejor. Así vamos, pasamos inadvertidos y si nos preguntan decimos que estamos buscando información para el periódico, cosa que además debemos hacer.

Coincidimos en que lo mejor era esperar a la sesión de mañana.
Amael se quedó absorto unos segundos y de pronto dio un salto.
-Lo tengo.
-¡ Tienes el presagio!
-Qué presagio, ni que presagio. Tú sabes que los sueños me vienen en las madrugadas. Tengo al hombre.
-¿Al hombre?

Y entonces me contó.

Me contó que estaban en casa de Gonzalo cuando se presentó un amigo de su padre. Venía a disculparse con la familia porque estaba fuera de la provincia y no pudo asistir al entierro. El hombre habló mucho del padre de Amael. Resulta que fueron compañeros de aula en la infancia allá en el central, pasaron juntos el servicio militar y luego cada quien agarró su camino: su padre, el de técnico, su amigo se hizo criminalista.
Al morir Frank él estaba en occidente y cuando se enteró ya no había tiempo para nada. Estaba investigando científicamente el uso de plantas con fines delictivos pues se sospechaba que algunas muertes no muy claras tenían como causa la utilización de plantas tóxicas. Era un trabajo de investigación complicado porque las fuentes vivas iban desde peritos en criminología, químicos y forenses, pasaban por los especialistas en el tema de las culturas populares tradicionales y llegaban a los practicantes activos y pasivos de algunos cultos mágicos religiosos.
Gonzalo lo invitó a comer, pero el hombre dijo que no. Había previsto irse mañana, pero se iría esta noche, quería visitar a un compañero, uno de los escasos amigos que tenia en el pueblo donde le quedaba muy poco, ni siquiera el central donde nació le quedaba. Aceptó un trago de una bebida nicaragüense y un saladito de carne puerco.
El hombre hablaba para Gonzalo, quien le contó sobre su misión médica en Centroamérica. Se enfrascaron en una larga conversación sobre la solidaridad y la medicina y gracias a ello el flaco supo que el hombre conocía a su hermano desde que este era un simple estudiante. Amael no recordaba haberlo visto jamás y como el hombre ni lo miraba, se dedicó a escuchar.
-Hablaba de mi padre con respeto. Decía que el viejo se había hecho solo, a golpe de lecturas y de trabajos. Había tanta devoción en sus palabras que llegué a preguntarme hasta que punto yo logré conocer a mi propio padre.
Cuando el visitante dejó de hablar sobre mi papá, mi hermano le dijo que yo estaba estudiando informática y como si fuera poco colaboraba en tu periódico digital. Entonces Alberto, así lo llamó Gonzalo, me preguntó cómo podía conjugar ambas cosas, o ambas locuras que fue lo que realmente dijo.
Yo le expliqué que no era nada excepcional porque no escribía en el periódico, solo aplicaba mis conocimientos de computación.
Alberto ni siquiera me miró; volvió a platicar sobre el viejo, se tomó un trago largo, quedó unos minutos pensativo, y solo entonces se viró hacia mí. “Frank era un hombre para respetar”, eso fue lo que exactamente me dijo.
Se puso de pie, le dio un abrazo a Gonzalo y me sugirió que me fuera con él, porque los lunes eran días malos para viajar. Yo acepté. Acordamos vernos en mi casa y en efecto dos horas después tocaron a la puerta. Mi madre lo recibió como si fuera un desconocido, le brindó un trago de café y me ayudó a organizar la mochila. Pero, el hombre no hizo ninguna referencia a la actitud de mi mamá, quizás porque sospechó lo que yo sé: desde la muerte del viejo mi madre está en guerra con su memoria y el tema de la muerte de mi padre es tabú.

Me impresionó la organización y calidad interna de su carro. No era lujo, sino lógica y limpieza. Me llamó la atención un espacio vació donde debía ir la radio grabadora. Me dijo que tenia una muy moderna que alguien le trajo de Venezuela, pero no funcionaba bien. Le dije que tal vez podría repararla y no me hizo caso. Mas, cuando me dejó en la universidad me dio su teléfono y me pidió que lo llamara para ponernos de acuerdo.

Unos días después lo llamé, desarmamos la grabadora, y funcionó. Entonces me dijo que ante cualquier problema lo localizara y contara con él, no solo por su vieja amistad con mi padre sino porque el realmente no creyó que yo pudiera arreglar un tareco tan complicado como aquel. Yo nunca lo he molestado, y ahora tenemos problemas.
Esperaremos mañana a las MTT y a la noche para ver si el presagio vuelve, y el lunes lo llamamos, concluyó el flaco.

Y nos fuimos Internet a buscar algún elemento novedoso que apoyara o negara nuestro presagio.

El entrenamiento fue una perdida de tiempo. Nos organizaron en pequeños grupos:
Orientaron
Planificaron
Organizaron
Repitieron.

Al filo del mediodía nos reunimos en un anfiteatro para realizar las conclusiones. El vicerrector y segundo jefe de regimiento valoró como positiva la jornada y pidió criterios.
-Nosotros pensamos que la actividad cumplió sus objetivos y fue una respuesta de los estudiantes y profesores que ocupan responsabilidades como mandos lo que nos pone en mejores condiciones para desarrollar la preparación de la próxima semana con la calidad que demanda la defensa de… dijo el vicerrector.

-Creo interpretar el sentimiento de quienes tenemos la responsabilidad política de garantizar la preparación para la defensa de los estudiantes al considerar que el desarrollo del ejercicio se corresponde con nuestras expectativas y constituye un paso importante en el proceso de preparación político ideológica de nuestros jóvenes quienes … aseveró uno de los dirigentes de la juventud a nivel de universidad.

-En mi opinión hemos dado un paso de avance y hemos comprobado que hay disposición de estudiantes y trabajadores. Pero, debemos continuar trabajando en detalles organizativos y limar… declaró el ideológico de la juventud de la Facultad de Humanidades.

Amael levantó la mano izquierda y a pesar del codazo que le di, comenzó su discurso.
Explicó que nosotros asistimos a la preparación aunque no somos mandos.
-Estamos aquí porque somos del periódico y porque debemos ayudar en la divulgación.
Dijo que él no estaba convencido del éxito del ejercicio.
_Lo más importante es reconocer que en la mayoría de la gente no hay percepción de riesgo, como se dice del mosquito, del sida y de todas esas cosas que la gente cree que solo le pasan a los demás. Todavía hay quienes creen que una invasión es solo una probabilidad cuando lo real es que cualquier día va y nos sorprenden con un ataque con lanchas o aviones que se yo…La preparación hay que hacerla en el lugar del entrenamiento. Con las clases no basta, hay que ejercitar a la tropa de verdad, en el escenario real…

Se levantaron varias manos y el vicerrector miró su reloj.

-La intervención del estudiante de periodismo es interesante, pero no debemos ir a los extremos; no es prudente realizar análisis unilaterales, ni exponer criterios absolutos, dijo. Cada actividad persigue objetivos específicos, objetivos programáticos y programados. El ejercicio de hoy contó con la asistencia de los mandos que fueron citados, incluso algunos como ustedes vinieron sin que se les citara porque comprenden la importancia de la defensa y la necesidad de crear las condiciones organizativas para desarrollar nuestra preparación combativa con calidad. Desde luego que lo planteado sobre la falta de percepción de riesgo es válido, pero no hay que exagerar ni desesperarse: cada tarea en su momento y en su lugar.
Bien compañeros…

Al día siguiente volvimos a considerar el problema. Amael estaba preocupado por la validez de sus presagios. La posibilidad del error lo aterraba. Si se equivocaba podían pasar cosas feas, tan feas como si se callaba, decía.
– Si me equivocara qué diría mi padre, no por el error, sino porque lo entendería como una muestra de autosuficiencia, como una derrota de sus tantas lecciones de modestia.

En la tarde decidimos llamar a Alberto y el oficial respondió que fuéramos. Nos pusimos en camino de inmediato. Tuvimos suerte: pasó una guagua medio vacía y a la media hora estábamos en su casa.

Por lo que sabía del auto supuse que Alberto vivía en una gran casa o al menos en una como la mía. Pero no: vivía en un apartamento bastante modesto donde a juzgar por las apariencias la plantilla estaba inflada. Quizás por ello, cuando Amael le comunicó la razón de nuestra visita, el hombre nos miró serio, con una calma atroz, como si tuviera reuma en la mirada, y nos propuso ir hasta un parque.

Subimos al auto porque el parque, aunque estaba cerca, quedaba en la misma ruta del parqueo donde el oficial guardaba su carro. Tuve un mal presentimiento porque cuando íbamos a salir, en el centro de la calle había un perro tranquilamente sentado. Debía estar sumido en una meditación muy profunda porque a pesar de que el chofer tocó varias veces la corneta, el perro permanecía indiferente. Decidí bajarme y darle unos gritos. Me miró displicente, se ladeó hacia la derecha y por fin se levantó y salió lentamente hacia la acera. Pobre animal, en qué estaría pensando. A lo mejor, como estamos a fin de mes, no tiene ni donde caerse muerto o tiene puesto sus sentidos en los productos subsidiados que pronto llegarán a la bodega.

Nos sentamos en un parque medio desolado. El flaco se dirigió a Alberto y le contó el presagio con todos los detalles. El oficial lo miró muy serio.

Yo añadí que no era la primera vez que Amael tenia una predicción a la cual nadie le prestaba atención hasta que ocurría la desgracia.

El hombre no prometió nada concreto. Dijo que era una situación complicada sobre la cual había que pensar, pero que de todos modos haría las gestiones a su alcance.

Salimos tan aliviados que, por segunda vez en el día, probamos suerte con la guagua, pero esta vez solo pasó el tiempo.

Deja un comentario