Francisco Tomas Gonzalez

El “pase” democrático

De acuerdo a la escuela de orientación lacaniana (EOL) en Argentina:  “El pase es un dispositivo inventado por Lacan que se ocupa de investigar qué es el fin de análisis.

Esta investigación se realiza a partir de los testimonios de los analistas que están decididos a transmitir aquello que el psicoanálisis les ha producido como cambio en la vida misma, es decir, lo concerniente a lo que queda como saber por un lado, y aquello que se va a ubicar como lo que no interroga más al sujeto”. 

La escuela lacaniana de psicoanálisis (ELP) de España, define al pase de la siguiente manera: “el punto crucial del dispositivo del pase, es el paso que va de la posición de psicoanalizante a la de psicoanalista.

Dicho de otro modo, se trata de saber qué lleva a alguien a hacer el trayecto que va del diván –donde dio curso libre a sus asociaciones– al sillón, donde se hará el destinatario de las demandas surgidas del malestar de un psicoanalizante. Puesto que no hay un título oficial de psicoanalista, ese paso depende de una decisión”.

La necesidad de que la ciudadanía, realice el pase, es decir el paso, de meros y simples representados, gobernados por la fría letra o disposición de una normativa, legal y supuestamente legítima, a un estadio, en donde pueda no gobernarse a sí misma (dado que sería un real-imposible) sino que dotar de sentido, a la representación y a las facultades que con ella cede, democrática, es ejerciendo el dispositivo del pase, referenciado en el creado por Lacan para el psicoanálisis, pero que nosotros los pretendemos instituir en lo democrático.

Salir de la mera condición de votantes, es el primer paso, la primera acción indubitable que una sociedad que se pretenda democrática, debe realizar para demostrarse a sí misma, que está decidida a llevar a cabo el pase democrático, que valga la redundancia democratizará a la comunidad toda.

Sí para salir del goce, nefasto y repetitivo, de lo electoral, puro, duro y absoluto, se deben prorrogar elecciones, no debiera existir problema alguno con ello.

Sin embargo desde lo teorético, se recomienda como camino, salir de lo meramente electoral, por intermedio de caminos tácticos como optimizar el sentido de una elección, que nunca es tal en verdad, sino que siempre es un optar condicionado.

La elección, tal como se define lo electoral y lo basal de lo democrático, debe pasar a ser, la opción electoral, que es en verdad el término que debiera definir, el comportamiento que tendríamos que asumir ante como constituir los poderes ejecutivos.

Dado que siempre, alguien está, se encuentra en el poder, y por disposición lógica, querer, seguir, continuar, ad infinitum, por la misma persona, por otra, mediante el partido, la ideología o la doctrina, la opción electoral, debe brindar, contundente y manifiestamente, esta posición al ciudadano.

Que elija en primera instancia, y como condición sine qua non, sí pretende o no,  que el oficialismo al mando, continúe en el gobierno del ejecutivo en cuestión.

Ninguna aldea que se precie de democrática, podrá anteponer la galimatías de la libertad política o lo que fuera, para imponer la trampa, de que supuestamente se puede elegir a quién uno desee para que nos gobierne.

El poder no sólo que tiene sus límites, sino más que nada, que los define, los impone, los determina. El poder, solamente podrá ser dimensionado, más justamente, sí es que lo reconocemos en su  fiereza y brutalidad.

Nada más democrático que el ciudadano de cualquier sitio, antes que nada, vote, por sí o por no en la continuidad de quiénes lo gobiernan.

Sí la mayoría se expresa por un una continuidad, el dilema se habrá resuelto, más que democráticamente, caso contrario, se arbitrara, solo en tal caso, una segunda elección, en donde ya no participará el oficialismo ni en la persona que antes se propuso, ni en el partido.

En ese segundo movimiento, el ciudadano, deberá optar, entre los opositores, a través del sistema electoral que cada distrito lo determine, respetando la no participación del oficialismo perdidoso en esta segunda instancia.

Para la constitución del poder legislativo, se propone en este cartel de pase, siguiendo la referencia del pase lacaniano, la conformación de los votos “anticipado y compensatorio”, que determinan, aspectos que no orbitan en la actualidad y que consideramos esenciales para una realidad democrática, en donde el ciudadano vea implementado esto mismo como valor político en su vida cotidiana.

El voto anticipado es un desarrollo teórico que hemos brindado en su oportunidad, destinado a quebrar la línea de tiempo ortodoxa entre el representante y el representado.

Es decir, mediante este ariete, el votante, podrá mucho tiempo antes, otorgarle su apoyo político, la suscripción del acuerdo de cederle su poder real, a quién lo representará.

No debe ser solamente, menos en tiempos en donde nos podemos organizar tecnológicamente más eficientemente, a través de la vieja usanza de emitir el sufragio en un día y hora determinado por el poder electoral o electoralista.

Todos aquellos que por las razones que fueran, quieran demostrar su apoyo, el ceder su representación y la facultad de legislar, a los que se postulen, lo podrán  hacer en el momento que deseen y este apoyo (es decir el voto matemático) será computado en el momento sí, acabo y expreso de lo electoral (el día de la elección) esto no variará, pero lo otro sí.

El ciudadano, que así lo desee, podrá votar en el momento que quiera y su voto, su cesión de representación y de facultad legislativa, se c0mputará en el tiempo determinado  y clásico de la elección o de lo electoral.

Que el tiempo, pueda ser jugado a favor para la perspectiva del ciudadano, es sin dudad un pase democrático en la noción de la representatividad de la política.

El voto compensatorio, también funge como cartel de pase, dado que habilitará a los que menos posibilidades tengan (económicas y de vida) a ser compensados en la arena política, en donde las decisiones de toda naturaleza se llevan a cabo, sin pruritos y como prioridad.

Es decir, el pobre, el marginal, una vez compensado por el estado, por el poder constituido, haciendo que el voto de aquel valga el triple o el cuádruple de alguien que no es pobre o no está en tal condición, hará que al habérsele empoderado, no tenga que reclamar que se lo saque de tal condición.

Es decir sí el pobre sigue siendo pobre, pese a que su voto valga (está es la noción del voto compensatorio) cuatro veces el voto de uno que no es pobre, el problema de la pobreza, ya pasará a ser más individual que colectivo, más económico que político y el estado y el poder, constituido e instituido, tendrán mucho menos que ver con ello, o al menos ya habrán hecho, no sabemos sí lo suficiente, pero sí significativamente más, de lo que hoy se hace, sin la existencia del voto compensatorio o de esta alternativa como pase de lo democrático.

Finalmente, el tercer paso, del pase que proponemos, es que el ciudadano asuma que no podrá tener nunca un poder judicial, ni independiente del poder político, ni mucho menos democrático.

 Se debiera poner en suspenso, en epojé husserliana, todas y cada una de las llamadas causas políticas, a iniciarse o a resolverse, como mínimo tres meses antes cada elección, a los efectos de desinflamar la perspectiva de criminalización política que siempre termina insuflando el sistema mismo para sí, bajo la argucia, o el fantasma institucional de que pretende algún tipo o de grado de justicia, cuando en verdad lo único que realiza es una operación política para una determinada facción partidaria o partidocrática en perjuicio de otra.

Este poder debe salir del encierro, pase mediante del ciudadano al que lo sometieron los especialistas en derecho, que como todos los especialistas a lo sumo debieran estar en los claustros, cerrados, pero en forma, testimonial en la institución de todo un poder, que termina por ocluirse en su posibilidad de brindar un servicio esencial, ante el desaguisado que actualmente propone, de marchas y contramarchas, de escritos y solicitudes, mayoría de la cuáles, el tiempo las fustiga al brindarles la indiferencia de su olvido. 

Tal vez la mejor manera, de resolver la cuestión de la parcialidad de la justicia y de la independencia del poder político, es que la conformen principalmente, los que pierdan (o los segundos inmediatos en una elección o de haber acumulado cantidad de votos en segundo orden de prelación) la elección (que esperemos se llame opción electoral más luego) a un ejecutivo y que de tal manera, también tenga un circuito de periodicidad que hoy carece, en nombre (como el nombre del padre analítico)de esa democracia, que como creemos, sin esta serie de pases, sólo la tendremos, como la tenemos, únicamente nominalmente, de traducción y correspondencia irreal o imposible.