Guillermo Robles Ramírez

Estudiar o no: el gran dilema

Por Guillermo Robles Ramírez

            Ya son muchas generaciones de recientes años en donde recién egresados salen ilusionados para ejercer su profesión, sin embargo; al poco tiempo tiran la toalla dándose cuenta que de nada sirvió tantos años no solo de quemarse las pestañas sino esfuerzo de sus papás para pagar libros y cuotas universitarias.

            También existen casos en los que son los mismos estudiantes que con un doble esfuerzo se hacen de sus estudios, es decir, estudian y trabajan para costear los gastos universitarios.

            El mayor reto de un profesionista recién concluido sus estudios es la búsqueda de un empleo. En verdad se convierte en todo un reto comenzando en que México ya lleva muchos años en que está afrontando problemas económicos en todos sus rubros tanto el interior de nuestro país, así como externos que impactan nuestra moneda.

            Pero para ser más precisos ubiquemos esta generación de profesionistas que sufren la crisis del país. Nacidos a finales del sexenio de Luis Echeverría Álvarez o inicios del sexenio de José López Portillo, los nuevos profesionistas sufrieron el rápido menoscabo de la supuesta torta que cada niño trae bajo el brazo, porque en ambos sexenio se vivieron las más grandes devaluaciones, aunque López Portillo tuvo la oportunidad de encauzar económicamente al país, en los tiempos en que se lograron los más altos niveles de venta de petróleo al mercado internacional, y México se descubría como el país poseedor de las más grandes reservas.

            Incluso el presidente López Portillo, en ese tiempo dijo que México debería de prepararse para administrar la prosperidad, pero terminó el sexenio en una crisis económica que empantanó al país.

            La instrucción primaria la desarrollan en la parte final del sexenio de López Portillo o durante la administración de Miguel de la Madrid Hurtado, donde la austeridad fue la característica en tal medida que empezó a crecer geométricamente la población mexicana en “extrema pobreza”.

            Un  eufemismo para evitar mencionar la palabra “miserables”, que es la auténtica condición de vida de alrededor de más de 119 millones de mexicanos que no se puede catalogar entre los pobres, porque los pobres poseen ciertos bienes e ingresos, que no logran tener aquellos a los que se denominan en “extrema pobreza”, es decir, los miserables, los que no cuentan con absolutamente nada, más que su cada vez más menguada fuerza de trabajo que malbaratan ante los patrones que trastocan los salarios mínimos en máximos, porque es lo máximo que ofrecen como pago.

            Y no se diga las jornadas máximas en mínimas, porque exigen rigurosamente que cuando menos se labore las ocho horas diarias de la jornada máxima, antes de dar la salida al empleado, pero son condiciones orilladas de muchos patrones ante el acoso de los impuestos y aún más con su tradicional modificación anual.

            Pero no es la única monserga tanto para negocios, empresas y empleados sino también se encuentra el pago de impuesto del Seguro Social, ISSSTE y aunado a los pagos de la vivienda como es el Infonavit que siempre se convierte en una cuenta que nunca termina de pagar porque siempre será mas intereses que capital al que se le aporta.

            La instrucción secundaria y preparatoria la recibe esta generación de mexicanos del futuro entre el fin del sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado y el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, con un inicio idílico donde se ilusionó a los mexicanos con la idea de que estaba dejando atrás el Tercer Mundo para ser los “socios comerciales de los Estados Unidos de Norteamérica”.

            Pero el representante del mundo industrializado, es decir, Estados Unidos concluyó con la desilusión más grande de la historia del México moderno; estremeciéndose una lucha política al que se le conoció después como el “error de diciembre” a inicios de la administración de Ernesto Zedillo Ponce de León.

            Con el sexenio del “cambio democrático”, ese que llegó al poder gracias al voto de los jóvenes, a los que el expresidente Vicente Fox Quesada no puede cumplir la oferta de creación de empleos que prometió, pero tampoco generó nuevos empleos. Sino que contribuyó a la pérdida más grande de empleos que ha sufrido el país, al igual que el expresidente Felipe Calderón Hinojosa, logrando solamente ser recordado como el sexenio de la muerte, como el resultado en la lucha entre el crimen organizado y el gobierno federal.

            Ni para qué entrar en detalles con Enrique Peña Nieto y menos con el actual presidente Andrés Manuel López Obrador.

            La lucha por lograr colocación a profesionistas es tan severa que muchos aceptan ser contratados por sueldos que no llegan a la tercera parte del costo mensual de la colegiatura que pagaron; otros aceptan trabajos donde están “sobre capacitados”, por solo requerir estudios de preparatoria y para quienes tienen suerte de dominar otro idioma buscan fuera de México.

            Ni en los gobiernos anteriores del partido tricolor como los del cambio no se ha podido dar una solución ante un problema de sobrepoblación de profesionistas conocidos como la generación de la crisis del empleo, dejando a un lado lo que tanto se inculca como valores dentro de la familia, es decir, siempre se te dice que la enseñanza es lo primero y entre más preparado; te irá mejor en la vida. ¿Acaso será cierto? (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018) www.intersip.org

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