Guillermo Robles Ramírez

La corrupción nace desde la cuna

Por Guillermo Robles Ramírez

            El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador; tiene un gran interés en terminar con la corrupción en nuestro país. Seguramente un sueño utópico puesto que se trata de algo tan antiguo como nuestra propia existencia.

            Una práctica que se aprende desde que todos nosotros somos chiquitos, es decir, desde nuestra infancia.

            Sin darnos cuenta estamos sumergidos en ella, pero cuando se habla en el rubro político suena como algo cotidiano, contrario a cuando nos referimos dentro de nuestros hogares, ahí sí causa sorpresa y posiblemente hasta enojo e indignación.

            Pero profundizando un poco más en este tema, es decir, la corrupción es

            Uno los más grandes problemas que la vemos como algo normal habitual y parte de nuestra sociedad por lo tanto lo hemos adaptado en la vida cotidiana. Equivocadamente, pero es una realidad que nadie se ha escapado en practicarla en algún momento de nuestras vidas.

            Su práctica comienza desde muy temprana edad cuando somos niños, pues desde el momento que estamos en la educación básica no falta el típico intercambio de premiar ya sea con un juguete o dinero para sacar una buena calificación o quién no ha escuchado: “Si te portas bien, te doy tu domingo.”

            Si el significado de corrupción es la acción y efecto de corromper, y su acción es sobornar a alguien con dádivas o de otra manera, esto quiere decir que desde la niñez se nos enseña a ser sobornados, haciendo parte de nuestras vidas y educación.

            Esto es simplemente un ejemplo como parte de la iniciación de soborno en el país; y conforme vamos creciendo lo vemos durante la secundaria o preparatoria que no falta quién le ofrezca al maestro el famoso “bebe”, o sea la botellita de brandy para aprobar la materia.

            En la edad adulta es más que común para aquellos conductores cuando cometen una infracción y es ahí cuando no falta el ofrecer dinero para el famoso “café” que oscila desde los $200.00 hasta más y también aquellas conductoras que con sus encantos tratan de envolver al agente de tránsito para que las dejen ir sin la multa.

            El rezago en la ética de este grupo de seguridad pública es una pequeña prueba de que muchos elementos no han pasado la prueba de confiabilidad, cada vez hay menos motivación para entrar a la academia policiaca por sentirse amedrentados por el crimen organizado y su baja calidad por la renuencia de capacitación para ser más y mejores elementos policíacos son una cruda realidad.

            Pero la verdadera culpa la tenemos nosotros mismos porque inculcamos el chantaje, el soborno como parte de la educación de nuestros menores que ya se ha convertido algo tan normal o cotidiano que no le damos importancia y ante la falta de una explicación lógica del por qué, también se lo enseñamos a los extranjeros con nuestros actos. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018) www.intersip.org

Deja un comentario