Guillermo Robles Ramírez

Lucha en contra de la marginación o rechazo

Por Guillermo Robles Ramírez

La lucha de la igualdad de géneros o al menos en la actualidad sabemos que de eso se trata porque antes se le llamaba la lucha de la mujer por tener los mismos derechos que el hombre.

Pero pensándolo ahora esto solo fue el inicio para que otras tendencias que se ocultaban en la oscuridad en lo prohibido entre el mismo sexo se mantuvo oculto, es decir, en lo más escondido de lo oscuro.

No se trata de un tema que surgió en la vida del ser humano como algo contemporáneo sino era considerado como algo impensable; que rebasaba el tabú de la sociedad. Pero eso no significaba que no existiera.

La lucha de la mujer para abrirse no solo espacio, sino derechos dentro de la sociedad no cabe duda alguna que fue el puntero para el resto de las preferencias sexuales, es decir, sobre lesbiana, gay, bisexuales, transexual o transgénero.

Fuera del análisis moralista, sicológico e incluso físico, la preferencia entre mismo sexo o transformase por el sexo opuesto de nacimiento, se puede definir en resumen como el estado de vida en un ser humano particular, que resalta sentimientos encontrados aún dentro de la propia persona.

            Los prejuicios sociales machistas no han sido superados, en cambio, la marginación persiste.

            Basta imaginar a dos hombres o mujeres, caminar por la calle tomados de la mano, sin que la escena motive miradas curiosas de otras personas, que incluso, lleguen a incomodarlos es más común dentro de la sociedad sin importar la comunidad de nuestro país.

            Pero esto no deja de ser una lucha interna en un principio en aceptar su preferencia sexual, para posteriormente convertirse en una nueva para ser aceptados dentro de una sociedad para culminar con el reconocimiento ante las leyes de las autoridades para proclamar igualdad en género en derechos civiles.

            Duro ha sido la trayectoria recorrida en donde e incluso hasta por la misma Iglesia se dice y se contradice en aceptar su sexualidad, pero, por otra parte, les niega el matrimonio e inclusive la aceptación de la adopción de un niño o niña, les resulta hasta aberrante.

            Pero, no obstante, en un entorno social alimenta la idea de que Dios no quiere a los homosexuales y lo mismo para lesbianismo; porque se les señala promiscuidad y una valoración de su forma de ser como única inclinación a la sexualidad.

            En los municipios chicos o conservadores en donde se ha mantenido durante décadas una imagen chapados a la antigua y de persignados posiblemente debido a su gran cantidad de templos y capillas. El ambiente gay ha crecido tanto y las nuevas generaciones tienen la idea de que Dios no los ama.

            Entre las razones hay una serie de mitos, ignorancia y prejuicios que acarrean un gran desprecio, por lo general, injustificado.

            En el concepto familiar tradicional o tradicionalista al igual que la Iglesia la pareja homosexual o lesbiana no concuerda con lo practicado en la religión y/o socialmente.

            Este grupo de personas con preferencia sexual del mismo sexo es una comunidad dañada y marginada, lo que trae a colación una difícil sanación de la autoestima desde el seno familiar.

            Y es que los padres generalmente educan a sus hijos desde una óptica heterosexual por naturaleza, eso dificulta aún más para quien tiene una orientación hacia el mismo sexo, reconocerlo y saber cómo asumirlo dejando a aquel hijo en una desventaja en donde prácticamente estará solo y desarrollará conflictos internos que lo lleven a tomar decisiones autodestructivas en más de una ocasión siendo muy pocos que logran superarlo.

            No hay manera de culparlos pues tanto socialmente como religiosamente el sentido moral en este aspecto es el fin que se persigue ya que debe de desarrollarse dentro del matrimonio según el proyecto creador de Dios, donde hombre y mujer lleguen a una complementación física, espiritual de tipo sicológico, físico y con la consecuencia de procreación.

            Será una nueva lucha para estas maneras de amar al prójimo, más no son nuevas que tendrán que enfrentar este genero sexual tanto a la Iglesia, así como socialmente en donde poco a poco se han abierto derechos civiles.

            Pero de manera oficial ni la Iglesia, ni el gobierno pueden poner una Letra Escarlata sobre este grupo de hombres y mujeres que han emprendido una lucha de género en el cual tampoco tienen un lugar en la lucha de la mujer para abrirse ese lugar dentro de la sociedad. En definitiva, una lucha que todavía no inicia en contra de cualquier entendimiento, rechazo o marginación. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018) www.intersip.org