Maestro Dionisio Cruz Valderrábano

En la noche del 18 de julio de 2019, a la edad de 89 años, falleció el inolvidable maestro Dionisio Cruz Valderrábano, forjador de muchas generaciones de estudiantes en los que marcó su impronta. Sean estas líneas un homenaje póstumo de uno de sus alumnos

El maestro Dionisio nació en abril de 1930, en Huauchinango, en el corazón de la Sierra Norte de Puebla. Con el tiempo llegó a convertirse en un connotado profesor que sembró en el alma y corazón de sus alumnos, un espíritu fuerte, una disciplina férrea y una templanza de carácter a toda prueba, además de valores cívicos y éticos entre los que destacaron la honestidad, el respeto mutuo, la humildad, la responsabilidad y el amor a la Patria Mexicana.

Como docente, en los años cincuenta laboró cuatro años en la ciudad de México, luego en la escuela “José María Lafragua” de la ciudad de Puebla, un año en Ciudad Serdán y, al fundarse el Centro Escolar “Niños Héroes de Chapultepec” en la capital del estado, se incorporó a esta institución como maestro de primaria y como instructor de la Banda de Guerra, un año después fue designado prefecto de la secundaria.

A los estudiantes que se incorporaban a la banda les inculcaba no ser soberbios, injusto o penosos. Al poco tiempo de fundada, la Banda de Guerra del CENHCH, que comenzó con 36 tambores y 36 cornetas, creció hasta convertirse en la más grande del estado, con más de 60 cajas y 60 cornetas. El presidente Adolfo López Mateos llegó a calificarla como la mejor banda de guerra del país, integrada por civiles.

Aparte de la disciplina y responsabilidad, el maestro Dionisio fomentó la creatividad en los integrantes al componer, junto con ellos, las marchas que caracterizaron durante décadas a la escuela, tales como “Juarez”, “Clarines”, “Rauliana”, “Marcha Real”, una versión de “Dragona” en la que se incluían solos muy agudos, “Lilia” y otras muchas, siendo la primera banda de guerra que, junto con los tambores, combinaba toques de corneta y de clarín, con armónicos contrapuntos de agudos y bajos.

En los años de 1960 al 62 fue designado subdirector general del Centro Escolar de Teziutlan, siendo esta escuela la que organizó los primeros Juegos Deportivos Inter Centros Escolares y después regresó al CENHCH. En esta época también fue maestro e instructor del Colegio “Humbolt”, patrocinado por emigrados alemanes, en el que también dejó una huella imborrable.

En una entrevista que recientemente fue publicada en el libro del doctor Eduardo Barajas acerca de la historia del CENHCH, el maestro Dionisio señaló “Tres personas me vienen a la mente, el profesor Enrique Martínez Márquez, primero, único y verdadero director general en la historia de los centros escolares, Martha Molina de Martínez Márquez, profesora, artista, autora del Ballet ‘Patria’, entusiasta organizadora y formadora de maestros y Raúl Velasco de Santiago, entonces capitán de caballería, quien fue el pilar de la disciplina de la institución y del grupo de maestras y maestros de todos los niveles, desde el jardín de niños hasta la preparatoria”.

Con maestros entusiastas, responsables, preocupados por la formación integral de sus estudiantes, forjadores de valores cívicos y éticos, preocupados por la formación académica más sólida y entregados de tiempo completo a la función educativa entendida como la forja de seres humanos y de ciudadanos ejemplares, la labor educativa realizada en la Puebla de la segunda mitad del siglo XX fue un ejemplo a seguir en toda la república. Fueron tiempo de gloria para la educación en Puebla.

Ya en su jubilación, el maestro Dionisio, recluido en su hogar, se dedicó a su pasión por la música, heredada de su padre. Llegar a su casa era asistir a un concierto de piano, guitarra órgano eléctrico y armónica en el que se combinaban huapangos, boleros, valses, canciones tradicionales mexicanas y hasta baladas modernas, todas interpretadas con sentimiento y maestría.

En la sala de su casa lucía con orgullo el “Galardón de Honor”, réplica del monumento a los Niños Héroes, que el CENHCH otorga exclusivamente a los personajes que por su excepcional tarea en beneficio de la sociedad merecen un homenaje superlativo.

Hoy, que ya no se encuentra entre los vivos, conviene evocar su recuerdo a fin de que el legado, que nos dejó el maestro Dionisio junto con la pléyade de educadores con los que convivió, pueda rendir frutos en beneficio de los hoy niños y jóvenes que mañana tendrán en sus manos la conducción de una Patria Mexicana acorde con los vientos de progreso y grandeza que se esperan de un país que es, ha sido y debe ser grande, en toda la extensión de esta palabra.

Descansa en paz, maestro Dionisio.

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