Guillermo Robles Ramírez

Mejor te digo cómo vivió mi padre

Por Guillermo Robles Ramírez

            No es fácil escribir de alguien que se adelantó al plan de Dios y más cuando se trata de una persona que fue mi mentor, mi maestro en la vida, mi amigo, un ejemplo a seguir en muchas cosas.

            Para algunos perdieron un amigo, otros un tío, pero también un abuelo, pero yo no solamente perdí a mi padre, sino también a mi compañero de trabajo durante un poco más de 25 años en mi profesión periodística.

            “El Jefe Robles”, “El Jefe Charly”, “Don Carlos”,  y para uno en especial “El Mesié”; ese era mi padre,  Carlos Robles Nava, que a sus 77 años de edad siguió ejerciendo esta hermosa profesión dejando de escribir el jueves 11 de abril de 2019, teniendo una complicación de salud, cumpliendo así lo que siempre me decía “yo voy a dejar de escribir hasta que Dios quiera y dejaré de ser periodista hasta que me muera”.

            Hay quienes han preguntado que cómo murió, y mi respuesta “mejor te digo cómo vivió”. Mi padre Carlos Robles Nava, es originario de Torreón, aunque mis abuelos paternos no, mi abuelito Calos Robles Saltibañez era originario de Mezquite Jalisco y mi abuelita Hortencia Nava de Robles de Chihuahua, Chihuahua.

            Su primer contacto trabajando para el periódico fue a sus 13 años de edad como repartidor del diario El Siglo de Torreón, el 2 de mayo de 1954 identificado en aquel entonces como el 10-A.

            Pero no fue hasta el año de 1957 que ocupó el puesto de reportero de guardia y de ahí descubrió su profesión a su vez su vida personal ya que en el año del 62 y 66, tenía asignado la fuente agropecuaria, educativa y oficinas federales conociendo ahí a mi madre quien trabajaba como secretaria en el Palacio Federal ubicado en la Ave. Morelos y quien no tardó en casarse con ella porque fue amor a primera vista y el día 12 de enero a las 10:30 horas sonaron las campanas para anunciar su boda en la Capilla de la Inmaculada, anexa al templo de San José, oficiando el Reverendo Padre, Enrique Ureña Uribe.

            Duraron 45 años de matrimonio divorciándose en el año 2011, pero dentro de ese matrimonio nacieron sus hijos Carlos, Guillermo y Roberto, pero también una profesión solida que dio frutos en la carrera de mi padre Carlos Robles Nava.

            Para quienes me preguntan cómo me siento, les respondo bien y para quienes me dicen que lamentan mi perdida, les digo lo contrario, porque en realidad así lo es, ya que me llevo lo mejor de él.

            Me quedo con sus enseñanzas, sus anécdotas, todas aquellas platicas que tuvimos en carretera mientras recorríamos todo el Estado de Coahuila, con sus chistes, me quedo también con todos tus secretos pues más de una vez no solo fui un amigo de consuelo, también como me decía que era su paño de lagrimas porque prefería hacerlo conmigo que con alguien más para no verse vulnerable.

            A la fecha no he derramado ni una gota de lagrima por él y aunque algunos me dicen que tengo el temple de mi padre o que soy muy fuerte, la verdad de las cosas es que me siento tranquilo conmigo mismo, porque lo disfruté demasiado estando en vida.

            Nunca me privé de decirle nada, incluso cuando algo no me gustaba se lo decía sin necesidad de llegar a confrontarme. Aunque confieso que no sabré en qué momento me llegué esa lagrima de extrañarlo porque a final de cuentas soy humano y estábamos muy acostumbrados andar juntos en la calle trabajando, en eventos de gobierno, así como en todo el torno a lo que se refiere al negocio. Y no siendo suficiente con ello siempre teníamos programado una vez al mes un desayuno, así como también una noche de bohemiada.

            Todavía en su funeral me llevé lo mejor de ello, pues fui testigo del respeto y admiración de sus amigos y colegas, pues constaté lo que siempre me decía de ser amigo de políticos siendo esto algo muy difícil de lograr pues no es fácil ganarse la confianza de ellos.

             Aun en tu día para despedirte de todos, me dejaste lo mejor de cada uno de tus compañeros del gremio periodístico quienes se acercaron para darme el pésame siempre iba acompañado con una anécdota de mi papá. Todas esas pequeñas reseñas de cómo había participado mi padre en sus vidas llenaron lo que en apariencia pudo haber representado un vacío en mí vida.

            Mi lista es grande para agradecer a tanta gente sus respetos y admiraciones, así como todas aquellas personas que se hicieron presentes con sus veinte coronas de flores blancas la mayoría de ellos y que ustedes saben quienes son sin haber necesidad de mencionarlos aquí pues dejaron a un lado su profesión para acercarse como amigo.

            Gracias a mi esposa Liliana por acompañarme y no dejarme solo en ningún momento y también a Jericó Abramo Masso y a Rodolfo Pámanes Meza, por escoltarnos a mi esposa y a mi para darnos ese valor de dar el primer paso para abrir esa puerta y entrar al funeral.

            Agradecido también por estar al pie del cañón sus cuates, Don Oscar Wong, Sra., María Guadalupe Durán, Gerardo Hernández, Jorge Sosa, Pepe Mena y así se fueron sumando sus amigos quienes recordaron a mi padre con risas y anécdotas de las travesuras de mi padre que a nombre de él les doy las gracias porque estoy seguro que así era como le hubiera gustado despedirse Carlos Robles Nava, es decir, escuchándolos haciendo relajo que hubo un momento en el que llegué a pensar que resucitaría para salir corriendo con ustedes y sumarse al relajo porque decía él “yo soy como el ajonjolí, porque no puede faltar en ningún mole”.

            Ese era mi padre y como lo dice Fausto Destenave Kuri, “era un liberal, justo, claro y valiente”. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018) www.intersip.org