Ver para creer; Blanca Alcalá sufrió su veneno

Por Emilio Trinidad Zaldívar

Escuchar al senador poblano Alejandro Armenta Mier defender y
ensalzar hoy a quienes antes criticaba de manera soez, burlona,
mordaz, lapidaria, es además de risible para quienes sabemos de sus
diabluras, un insulto a la memoria, a la congruencia, a la más
elemental muestra de sensatez de quien se precia o se afirma como
político, cuando la política se traduce en buscar el bien común.

Era este personaje uno de los golpeadores del gobernador Mario
Marín en sus tiempos de gloria y tragedia. Era nada más y nada
menos que el presidente estatal del PRI; marrullero, aquel que
atropellaba, que insultaba, que señalaba, que eliminaba a los suyos
cuando éstos no eran del agrado del “gober precioso” pero tenían
peso político.

Alejandro Armenta Mier es, para quienes recuerdan la historia de
esos tiempos, un lastre para el progreso del hoy sepultado partido
político. Quizás por eso emigró con los de Morena. Su futuro con las
siglas del tricolor era el ostracismo o la cárcel, por ser de los que no
sólo utilizaba a ciegas y al margen de la legalidad el poder del cargo,
sino de aquellos que dieron y repartieron cuantiosos recursos
financieros para que la prensa poblana vendida o entregada
sumisamente al poder en turno publicará cuanto él dictaba.

A Blanca Alcalá Ruiz, entonces alcaldesa de la capital del estado,
que crecía de manera exponencial y disputaba de manera natural la
probable candidatura al gobierno del estado, la criticó por aspirar de
manera legítima a suceder a Mario Marín, porque ella se había
comprometido ante notario público de concluir sus tres años al frente
de la capital poblana. Este traidor del resquebrajado PRI, sancionaba
y limitaba a Blanca para que se callara, sentara y no hiciera ruido.
Conculcaba sus derechos y posibilidades políticas.

Y Alejandro Armenta pagó en aquellos tiempos las primeras planas
de algunos diarios agachones y centaveados por Mario Marín, para
que en sus ocho columnas, dijeran que Blanca no podía aspirar al
cargo por tal compromiso. Fue el de “casa” el que apuñaló a la de su
rebaño. Está escrito y publicado para la vergüenza de quién como él,
se dicen políticos por los cuatro costados, y para la prensa que se
dice libre y crítica. Varios columnistas que mencionaré en su
oportunidad, jugaron el juego del hoy Moreno senador.

Blanca había hecho una gran labor al frente de la capital Puebla. Era
una figura fresca, sólida, preparada, con experiencia, sensible ante
las carencias de los que poco tenían, y ofrecía modernidad,
congruencia y rectificación a la distorsión de la práctica política
aplicada por el innombrable Mario Marín.

Pero la mugre y barbarie política que alimentaba a Marín y a sus
secuaces, provocó que el candidato de entonces fuera el chiapaneco
Javier Zavala, que perdió con paliza ante el ex priista, hoy panista y
gobernador no oficial pero en funciones de la entidad, Rafael Moreno
Valle. Éste político-empresario, acumulará 14 años como gobernador
y nadie dice nada.

Hoy vemos a Alejandro Armenta defender lo que antes vomitaba. Al
actual Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, lo
tachaba de mesiánico, de loco, de desquiciado, de ambicioso, de
ignorante.
Hoy es Armenta Mier, para la incredulidad de los que sabemos de
sus fechorías, un defensor de ese proyecto que sin duda cambiará a
México, pero del que por supuesto no es parte porque no cree en él.
Lo anima e impulsa exclusivamente el ser parte del tinglado político
del poder. No cree ni en banderas ni en lealtades.

¿Cuánto tiempo pasará para que Alejandro Armenta se mude con
los panistas, los perredistas o los verde ecologistas? Quizás sea
dependiendo de si estos partidos tienen posibilidades de disputar el
poder, porque eso a este malandrín y saltarín de la política, es lo que
le importa.
Ya lo veremos.

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