Mensajeros anónimos

El día de ayer en trayecto al trabajo al igual que todos los días suelo escuchar radio en mi automóvil. No me caracterizo por tener alguna emisora en especial sino soy de los que constantemente estoy cambiando mientras camino.

Sin saber en cual estación estaba escuchando a un locutor, sin saber quién, pero le reconozco su recordatorio a una de las profesiones más antiguas en el país, que, debido a la modernidad, tecnología, pero sobre todo a las redes sociales, cada vez las nuevas generaciones olvidan que existe.

Un día al igual que ayer, pero hace 87 años atrás, es decir, en 1931 fue cuando por primera vez en México fueron festejados los empleados postales como un reconocimiento a su trabajo asimismo y en 1947 en honor al cartero, fue impreso un timbre con el nombre de “Héroe Anónimo”.

Aunque el oficio de cartero, que durante mucho tiempo fue un servicio personalizado de mensajería y base del sistema oficial de correspondencia, actualmente esta profesión es menos popular.

La tradicional correspondencia familiar y personal que antaño constituía un medio privilegiado de comunicación entre las personas, dejó paso al teléfono fijo, al correo electrónico, redes sociales y lo que ahora parece ser una pandemia en los teléfonos móviles inteligentes con el “Whatsapp”,”Facebook”, “Instagram”, entre otras aplicaciones.

En ese contexto, los servicios postales y de mensajería se han diversificado y el empleo vinculado a dicho trabajo se ha transformado, por lo que los servicios de correspondencia ya no se centran preponderantemente en la recepción y entrega de cartas, sino en el envío de paquetería diversas, dinero, regalos, invitaciones y avisos como telegramas o aquellos ocupados por el SAT, entre otros.

Sin considerarme una persona vieja, recuerdo con fortuna la imagen del cartero que tanto me emocionaba cuando era niño y tan solo escuchar su silbato cuando llegaba en bicicleta; su pantalón arremangado en el calcetín para que éste no fuera pescado con el engranaje de la bicicleta y esperaba que abriera ese bolso de piel tan característico de los carteros que desde lejos cualquiera identifica su oficio para que me entregara la correspondencia y con esa misma emoción como si me hicieran un regalo, la recibía para entregársela a mi mamá.

El cartero siempre recordado antes de las tecnologías como aquella persona que hacía un oficio social y confidente no solo como testigo sino como parte integral de momentos tristes y agradables; porque llevaban noticias de todo tipo.

Al leer las cartas de sus destinatarios que muchos de ellos ni siquiera esperaban a meterse a la casa sino eran leídas desde el momento que eran entregadas, y sin dar vuelta para entrar, los carteros podían ver la reacción de la gente.

Durante años los carteros eran testigos de ver rostros de alegría, otras de tristeza y también de sorpresa. Ellos sabían si aquella carta era buena noticia o mala al igual, que si se trataba de algún familiar con solo el hecho de ver la expresión de quien recibiera el mensaje.

Amigo de las familias y enemigo de los perros porque no faltaba alguno que lo persiguiera, pero se hicieron legendarios sin importar la lluvia, viento o cualquier inclemencia del tiempo siempre llegaba aquella noticia a algún familiar o familiares.

Ahora su enemigo, las tecnologías que ayudan a acortar el tiempo de entrega en un solo picar de envío en cuestión de milésimas de segundos.

La tecnología ha hecho que los mensajes puedan llegar hasta el otro extremo del mundo. Sin embargo, el oficio de cartero continúa, sin importar que con el tiempo; este servicio también tuvo su transformación en donde sus bicicletas fueron intercambiadas por motocicletas y el silbato dejó de sonar en donde ahora tocan la puerta o el timbre y otros simplemente dejan la correspondencia en el domicilio como si se tratara de algún anónimo pasando desapercibida su presencia.

Y aunque ha disminuido la tradición de enviar cartas personales, esa costumbre no ha disminuido entre quienes viven en Estados Unidos que tienen parientes en el país, porque son quienes mandan mucha correspondencia a sus familiares que dejaron en México.

Quizás han pasado ya años desde la última vez que recibí una carta personal, aunque lo cierto es que éstas se guardan con cariño y con el tiempo se vuelven a releer, porque el mensaje escrito en un papel no se iguala aún con aquel que se recibe en forma impersonal a través de una computadora para perderse en un archivo o eliminarla porque ocupa mucho espacio en la bandeja o bien se perdió el celular.

Si bien es cierto que en la actualidad la correspondencia que se maneja principalmente corresponde a las promociones y recibos de pagos de empresas; aún queda una parte de la población que continúa empleando las cartas como medio de comunicación.

Y no olvidemos que en temporada navideña los niños no olvidan que es a través de una carta como pueden darle a conocer a Santa Claus lo que quieren para navidad, aunque para ser honestos esta costumbre se está perdiendo entre las nuevas generaciones en donde ahora piensan que tanto Santa y los Reyes leen todo en una laptop o un IPhone y hasta por qué no ingresando al perfil de estos en Facebook.

Por una u otra razón éste es un servicio que ha sobrevivido al tiempo y quienes tienen la misión de hacer llegar la correspondencia son los carteros, independientemente de las inclemencias del tiempo o la inseguridad que hoy en día se vive en algunas colonias.

En muchas ocasiones por tradición, el oficio del cartero continúa siendo familiar, es decir, en donde el abuelo o los papás iniciaron con la labor, por lo que ahora los hijos continúan con este trabajo. Y sin importar la tecnología los carteros continúan ejerciendo esta tan bonita y noble profesión llena de historia. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria “Antonio Estrada Salazar” 2018) www.intersip.org

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